XXVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
Motivación
La escucha del Maestro interior pasa por la práctica de la lectio divina, de la meditación orante de la Palabra de Dios (Carlo María Martini).
Recuperar el sueño de Dios: Ya toda me entregué y di, y de tal suerte he trocado, que mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado (Santa Teresa de Jesús).
La medida del amor, es amar sin medida (San Bernardo).
Invocación al Espíritu
Haz silencio, exterior e interior. ¡Es el Señor quien nos visita con su Palabra, para tratar amorosamente con nosotros, como un Padre con sus hijos! Nos da la alegría del Evangelio.
Invoca al Espíritu Santo con toda sinceridad, con la certidumbre de ser escuchado. Que el Espíritu te ilumine, te fortifique, te guíe y te consuele. Revele y encarne en ti el gran misterio de Cristo, presente en su Palabra.
Quiero ser tú, tú, tú… viviendo tú en mí y yo en ti, Amor que llenas todos mis espacios.
A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida
En su camino hacia Jerusalén, Jesús instruye a los discípulos. La ocasión se la brindan un grupo de fariseos que, desde su mentalidad, le interrogan acerca del divorcio, y unos niños que se acercan para recibir su bendición. Dos pasajes puestos intencionadamente uno junto al otro. Se vive en plenitud si somos capaces de superar la dureza de corazón y si nos hacemos como niños capaces de recibir.
Proclamación de la Palabra: Marcos 10,2-12
En aquel tiempo, acercándose unos fariseos, preguntaban a Jesús para ponerlo a prueba:
«¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?».
Él les replicó:
«¿Qué os ha mandado Moisés?».
Contestaron:
«Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla».
Jesús les dijo:
«Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo:
«Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».
Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban.
Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo:
«Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él».
Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos.
Fecundidad de la Palabra
Acercándose unos fariseos, preguntaban a Jesús para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?». Los judíos acudían con frecuencia a la Escritura para dilucidar cuestiones que les preocupaban en su vida diaria. En la discusión adquirían prestigio. El repudio a la mujer (lo inverso era impensable) era entendido en términos más laxos por la escuela de Hillel y más riguroso por la escuela de Sammai. La ambigüedad de la expresión “alguna cosa indecente” en Dt 24:1, causa de divorcio, era la base de la discusión. Problema real: Las consecuencias del divorcio eran devastadoras para la mujer tratada como una propiedad, qué hacer cuando en el matrimonio aparecen la violencia y el sometimiento. Van a Jesús para polemizar con él y desacreditarlo. ¿Qué dice Jesús? ¿Qué nos dice? ¿Qué queréis, Señor, que haga? De muchas maneras os enseñará allí con qué le agradéis (Sta. Teresa).
Él les replicó: «¿Qué os ha mandado Moisés?». Contestaron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla». Jesús les dijo: «Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. La vieja mentalidad, por muy legal que sea, ha endurecido el corazón y ha hecho olvidar los caminos de la vida. La verdad es la verdad, independientemente de lo que digan los sondeos de opinión, la praxis mayoritaria. Debemos tener cuidado de no adoptar el mismo esquema legal que adoptaron los fariseos, un esquema que Jesús se niega a aceptar una y otra vez. La legalidad no llega al fondo de la vida; ahí sólo llega el amor. La dureza de corazón impide ver más allá de los propios intereses, Se termina viviendo en el desamor, construyendo auténticos infiernos.
Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. A Jesús le interesa descubrir que nos parecemos a Dios, porque hemos sido creados a su imagen. Va a las raíces del amor, de donde nacen los amores que crean alianza y generan vida (habéis oído, pero yo os digo; entremos más adentro en la espesura). En el origen está la igualdad de hombre y mujer. No habla de divorcio, habla de amor, habla de respeto. En el darse en una sola carne está la plenitud. La vivencia del amor es tan bella, que justifica que el varón y la mujer abandonen el yo (padre y madre) y se pongan a vivir desde el ‘nosotros’ creando una historia de amor juntos. Esto no significa sostener y aprobar situaciones lejos del amor y la comunión.
Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre». El matrimonio es indisoluble cuando se da un mutuo y auténtico amor. Nuestros pecados contra el amor no empañan la belleza del plan de Dios. Jesús no impone un yugo, sino que pretende liberarnos del egoísmo. Sin excomulgar a nadie, con mucha misericordia y comprensión para los que están heridos, con las puertas de la Iglesia abiertas a los divorciados, porque en todo amor verdadero se dice Dios y siempre tienen sitio los pequeños. Estas palabras son una llamada profética a no idolatrar el individualismo y el consumismo, que, tarde o temprano, son una invitación a separar lo que Dios ha unido. Sin amor todo es nada.
En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo. Él les dijo: «Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio». Es verdad, por otra parte, que hay casos en los que la separación es inevitable. A veces se puede convertir incluso en moralmente necesaria, cuando se trata precisamente para proteger al cónyuge más débil, o a los hijos pequeños, de las heridas más graves causadas por la prepotencia y la violencia, del enfado o del aprovecharse (Papa Francisco).
Acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos los regañaban. Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mí: no se lo impidáis, pues de los que son como ellos es el reino de Dios. En verdad os digo que quien no reciba el reino de Dios como un niño, no entrará en él». Y tomándolos en brazos los bendecía imponiéndoles las manos. Los niños son el contrapunto que pone Marcos a la dureza de corazón de los fariseos. Sólo Marcos incluye esta bonita nota de gracia, de bendición. Todos necesitamos acercarnos a Dios y acercar a otros para ser bendecidos. En el matrimonio, en la comunidad, no tienen sitio las personas fuertes y poderosas que se imponen a los demás desde arriba; se necesitan hombres y mujeres que buscan el último lugar para acoger, servir, abrazar y bendecir a los más débiles.
Meditación. Respuesta a la Palabra
¿Qué hemos aprendido de ese evangelio en el día de hoy?
¿A qué compromisos como creyentes nos conduce el texto?
Oración. Orar la Palabra
Quiero un corazón humano hecho de carne y fuego,
como el tuyo, mi Señor, que es Espíritu eterno.
Quiero un corazón muy bueno donde el cansado
pueda encontrar la luz que viene del cielo.
Quiero un corazón tan fresco que contagie la hermandad,
la paz y el rencor no encuentre asiento.
Dame un corazón que me muestre lo que puedo,
para vivir desde ya la utopía del hombre nuevo.
Dame un corazón sin miedo a amar.
Dame un corazón limpio y dispuesto,
que se abre al amor de un Dios que es Padre nuestro.
Acción: Contar al mundo la nueva manera de vivir.
El fruto esencial de la Palabra es el amor concreto.
Pedro Tomás Navajas, ocd