DOMINGO PRIMERO DE ADVIENTO
Invocación al Espíritu
Ven, Espíritu. Nos abrimos a tu acción creadora, que realizas por medio de la Palabra. Tú nos amas en Palabra.
Motivación. Para disponer el corazón.
Cuando encontraba palabras tuyas, las devoraba; tus palabras eran mi gozo y la alegría de mi corazón (Jeremías 15,16).
La lectio divina es verdaderamente capaz de abrir al fiel no sólo el tesoro de la Palabra de Dios sino también de crear el encuentro con Cristo, Palabra divina y viviente (Benedicto XVI).
A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.
Marcos, secretario de Pedro (ver Hechos 12:1-12; 1 Pedro 5:13), escribió su evangelio basándose en los relatos de los discípulos (principalmente de Pedro), ya que él no fue testigo presencial de los hechos que narra. Este fue el primer evangelio que se escribió (años 65-70), en Roma. Los destinatarios de este evangelio pertenecen a una comunidad perseguida. Marcos trata de fortalecer su fe en Jesucristo. Ante la tardanza de la venida de Cristo, muchos se desaniman. Marcos los anima: ¡Estad alerta, estad despiertos! En Marcos hay dos discursos: el de las parábolas junto al lago y el escatológico en el monte de los olivos, que invita a la espera. Nuestra ciudadanía está en los cielos, de donde también esperamos al Salvador, al Señor Jesucristo (Flp 3,20). El Adviento es un tiempo litúrgico, una filosofía de la vida, una atención amorosa a lo que somos. Según esperamos, así vivimos. Todo lo que tiene fin, aunque dure, se acaba… Abrid por amor de Dios los ojos.
Proclamación de la Palabra: Marcos 13,33-37
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.
Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.
Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.
Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».
1. Fecundidad de la Palabra
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos. Última gran lección de Jesús a sus discípulos, con palabras luminosas, antes de la pascua.
Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento. La exhortación comienza con una llamada a estar atentos; por tres veces se repite. Eso significa tener cuidado, mirar con atención amorosa los signos de cada día. La invitación de Jesús a velar está preñada de alegría, henchida de esperanza. No es hora de dormir: Dios nos espera, tanto me esperó. Tiene tiempo y promesas para todos. Dios está en adviento constante hacia nosotros: no te tardarás si yo espero. El Espíritu nos enseña a vivir en esperanza de Dios. La Virgen María mantiene el ritmo de nuestra espera. Momento, se dice con dos palabras en griego: Cronos, medida del tiempo astronómico y cairós, gracia para tomar una decisión. No tiene sentido la mera subsistencia. De la mano de Dios siempre sale algo nuevo. Podemos vivir con paz, sin inquietarnos por nada, porque un amor nos espera. Estar atentos significa mantenerse firmes en medio de las tareas de la evangelización y de la vida.
Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. ¿Cómo orar en la ausencia del Señor? ¿Cómo seguir amándole en la noche? Con esta pequeña parábola del portero, descubrimos que la vida es don y tarea, llamada a la responsabilidad creativa. El dueño de casa emprende un largo viaje, toma las precauciones respectivas: le da a cada empleado su tarea y al portero le manda que esté más atento. Esperar es trabajar (tarea), sin caer en la pasividad. Velar es cuidar la casa común, que es el espacio de la espera, donde se vive con el gemido dentro, con el deseo. La comunidad vela cuando se da a sí misma instancias de discernimiento (Sínodo).
Velad, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Los centinelas saben que el tiempo más crítico es la noche (había cuatro momentos para el cambio de centinelas), no sólo por la llegada de un ladrón sino también por la venida del dueño. Por eso no pueden dormirse. En la noche se hacen más oscuros los significados y valores de la vida. A Jesús le preocupa que la comunidad de sus seguidores viva dormida, descuidada. En el corazón de la vida hay una oferta de amor tan sorprendente que no debe pasar desapercibida. El Adviento es una gran vigilia para aprender a vivir en la noche, en la oscuridad de la historia. Los primeros cristianos se pasaban reunidos la noche entera, a la espera de la luz de Jesús resucitado. La noche no interrumpe la historia de fidelidad de Dios con la humanidad, la noche es tiempo de salvación. La vigilancia tiene que ver con la libertad para amar: Tan alta vida espero. Si pasamos la vida durmiendo, no pasa nada, no desplegamos las posibilidades de plenitud que llevamos dentro. Dios quiere un futuro lleno de vida, convoca a un nacimiento de cielos y tierra nuevos. Dios es el que viene siempre, no desde fuera sino desde dentro de nosotros mismos (creados a imagen y semejanza). Sin el Dios del Adviento la humanidad no tiene futuro. Ojo con las esperas milagreras y grupos sectarios.
Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad! La palabra que queda resonando en los oídos de los discípulos es: ¡Velad!; Procurad caminar con amor y temor… El amor nos hará apresurar los pasos; el temor nos hará ir mirando adónde ponemos los pies para no caer por camino adonde hay tanto que tropezar (Santa Teresa de Jesús, C 40,1). ¿Cómo esperamos la llegada del Señor? Con el amor, que nos provoca para que lo busquemos como él nos busca. Dios sigue esperando que nos demos cuenta: Pensar la gloria que esperamos, muévenos a gozo.Si nos mantenemos despiertos veremos las sorpresas de Dios cada día. Los momentos más oscuros manifiestan la presencia de Dios de una manera especial. Sólo reconocemos su presencia si estamos despiertos.
Velad, gregoreo, es hacerse responsable de algo. Velar conlleva una misión: enseñar a la humanidad a vivir en la vigilancia, en atención amorosa, en medio de la historia. Es hora del encuentro con el que ha dado sentido a la historia. Este mundo no se quedará en el vacío. Todo acabará bien. En su caminar en la historia, los discípulos deben estar atentos ante los peligros externos e internos (perder de vista al Señor). Estamos ante una ausencia, pero provisional. El Adviento es una gran vigilia, en la que aprendemos a vivir en la espera activa y creativa. En una noche oscura, con ansias en amores inflamada. ¡Oh dichosa ventura!, salí sin ser notada, estando ya mi casa sosegada.
2. Respuesta a la Palabra. Meditación
- ¿Qué es el Adviento? ¿En qué se distingue de otros tiempos litúrgicos?
- ¿De qué forma concreta se ejercita la vigilancia cristiana?
- ¿Qué tarea misionera tenemos los cristianos en este tiempo?
- ¿Qué haremos para vivir este tiempo de Adviento de forma despierta, atenta?
3. Orar la Palabra
Cristo es mío y todo para mí. Pues ¿qué pides y buscas, alma mía? Tuyo es todo esto, y todo es para ti. No te pongas en menos ni repares en meajas que se caen de la mesa de tu Padre (Juan de la Cruz, Oración de alma enamorada).
4. Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.
Pon en vigilancia tu oído, para escuchar al Señor que viene y te habla; afina tu voz, para anunciar a todos su llegada; limpia tu vista, para descubrir a las personas que necesitan su venida; sé sensible a tu tacto, para acercar tu mano al desvalido; cuida tu gusto, para gustar las cosas de Dios, saborear la riqueza de su Palabra, de la Eucaristía, caminar junto con la Iglesia en sínodo.
Pedro Tomás Navajas, ocd