DOMINGO XXXIII DEL TIEMPO ORDINARIO
Invocación al Espíritu
Señor de la Vida, tu Palabra es la fuente viva. Envía tu Espíritu Santo para acercarnos a ella y comprenderla. Danos también la gracia, la voluntad y el valor necesario para vivirla en nuestras vidas, con determinada determinación. AMÉN. Espíritu Santo, ven.
Motivación. Para disponer el corazón.
La lentitud en el esfuerzo es extraña al Espíritu Santo (San Ambrosio).
A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.
Esta parábola forma parte del quinto sermón de la Nueva Ley y trata del crecimiento de Reino. Está colocada entre la de las vírgenes (vigilancia) y la del juicio final (servicio). Las tres orientan a la comunidad hacia la llegada del Señor. Las comunidades de Mateo viven una situación de pasividad, comodidad o rutina, ante la demora del Señor; no llega la parusía. La parábola es una llamada a la fidelidad activa y creativa.
Proclamación de la Palabra: Mateo 25,1-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola:
«Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus empleados y los dejó encargados de sus bienes: a uno le dejó cinco talentos de plata, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad; luego se marchó. El que recibió cinco talentos fue en seguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió uno hizo un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor.
Al cabo de mucho tiempo volvió el señor de aquellos empleados y se puso a ajustar las cuentas con ellos. Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo:
“Señor, cinco talentos me dejaste; mira, he ganado otros cinco”.
Su señor le dijo:
“Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”.
Se acercó luego el que había recibido dos talentos y dijo:
“Señor, dos talentos me dejaste; mira, he ganado otros dos”.
Su señor le dijo:
“Muy bien. Eres un empleado fiel y cumplidor; como has sido fiel en lo poco, te daré un cargo importante; pasa al banquete de tu señor”.
Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y dijo:
“Señor, sabía que eres exigente, que siegas donde no siembras y recoges donde no esparces, tuve miedo y fui a esconder mi talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo”.
El señor le respondió:
“Eres un empleado negligente y holgazán. ¿Con que sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco, para que, al volver yo, pudiera recoger lo mío con los intereses. Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Y a ese empleado inútil echadle fuera, a las tinieblas; allí será el llanto y el rechinar de dientes”».
1. Fecundidad de la Palabra
Un hombre, al irse de viaje, llamó a sus siervos y los dejó al cargo de sus bienes. No sabemos a dónde se va ni por qué. La historia tiene suspense. Jesús se está yendo (complot para matarlo, unción en Betania). La llamada rompe las distancias, nos hace importantes: ¡El maestro te llama!: ciego Bartimeo. Con la llamada puede comenzar el asombro: A vosotros os llamo amigos. Dios da sin medida; da con infinita confianza. Dais como quien sois. ¡Oh largueza infinita, cuán magníficas son vuestras obras! (Santa Teresa, Vida 18,3). La oración nos ayuda a entender que todo es gracia. No tenemos nada que no lo recibamos (Camino 38,7).
A uno le dejó cinco talentos, a otro dos, a otro uno, a cada cual según su capacidad. Luego se marchó. Da más de lo que podemos imaginar. No se contenta el Señor con darnos tan poco como son nuestros deseos (Conceptos 6,1). Todos reciben su vaso lleno, porque reciben según su capacidad. No deja a nadie sin nada. Confía en todos. No hay diferencia entre los que reciben más y los que reciben menos. Todos reciben mucho: un talento era una medida de peso, correspondía a 34 kilos de oro (unos 6000 denarios, el salario de unos 20 años), no se refería a las habilidades. No les dice cómo tienen que usarlos. Se va y confía. La ausencia es una llamada a la responsabilidad en la libertad.
El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. Los dos trabajaron con entusiasmo, emocionados por lo recibido; ganaron el doble. Se utilizan verbos progresivos. Nos fijamos en ese enseguida. Se arriesgaron, aventuraron la vida. Proclamaron el Evangelio, que es la mayor riqueza recibida. El trabajo es un don de Dios y lo llaman gracia (Francisco y Clara).
En cambio, el que recibió uno fue a hacer un hoyo en la tierra y escondió el dinero de su señor. Aquí está la clave de la parábola. Hubo uno que enterró el futuro. Se utilizan verbos regresivos. El hoyo en tierra es el miedo a arriesgar. Custodió lo que recibió sin que fructificara. No perdió nada, pero tampoco ganó nada. Pesó más el miedo que los dones: (Parábola del hombre de las manos atadas). No hay perspectiva de crecimiento. La ociosidad camina con lentitud y, al final, todos los vicios la alcanzan (San Agustín).
Al cabo de mucho tiempo viene el señor de aquellos siervos y se pone a ajustar las cuentas con ellos. El tiempo de la espera es el tiempo de la respuesta comprometida. La ausencia termina con la llegada, para un examen de amor al atardecer. El que recibió uno tiene una idea equivocada de Dios. ¿Qué hemos hecho con los dones? Señor, mirad lo que hacéis… no pongáis, Criador mío, tan precioso licor en vaso tan quebrado… No sea tanto el amor, oh Rey eterno, que pongáis en aventura joyas tan preciosas (Vida 18,4).
Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco. Su señor le dijo: ‘Bien… Entra en el gozo de tu señor’. Los dos han vivido una ausencia vigilante y activa. Tienen una imagen de Dios generoso, que da libertad, que alaba, que da oportunidades. La fidelidad en lo poco –hacer eso poquito que era en mí… y procurar que estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo (Camino 1,2)- abre las puertas al banquete que Dios ha preparado para los que lo aman: Preciosa alabanza: siervo bueno y fiel. El trabajo por el Reino tiene un final: entra en el gozo de tu señor. Los dos reciben la misma recompensa. Les da más trabajo, esa es su jubilación. El servicio es la meta del discipulado cristiano. «No apartes tu rostro del pobre»(Tb 4,7): lema jornada pobres.
Se acercó también el que había recibido un talento y dijo: … ‘Tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra’. ¿Qué imagen tiene de su señor? Exigente, tirano, que siega donde no siembra y recoge donde no esparce. Le tiene miedo y se defiende, intenta justificarse. Recibir un talento no es excusa para no entregar la vida, para no ser feliz. Nada justifica enterrar los dones recibidos. Los pobres los están esperando. Los dones no usados se atrofian. La gracia enterrada es estéril. Con que dé cada uno lo que tuviere se contenta. Bendito sea tan gran Dios (5Moradas 1,3).
Eres un siervo negligente y holgazán. ¿Conque sabías que siego donde no siembro y recojo donde no esparzo? Pues debías haber puesto mi dinero en el banco. En la parábola se reprocha esta actitud conservadora. Se le llama negligente y holgazán. Una falsa imagen de Dios empobrece la vida. ¡Qué pierden los que se quedan consigo mismos! En una Iglesia sinodal todos somos necesarios. El barco está para salir al mar, no para quedarse seguro en el puerto.
Quitadle el talento y dádselo al que tiene diez. Porque al que tiene se le dará y le sobrará, pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Aquel que se encierra en sí mismo con miedo a perder lo poco que tiene, pierde hasta lo que creía tener. El Reino es riesgo. El que no trabaja queda fuera, no entra en el gozo. Sería mejor y fracasar.
Al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que no tiene, se le quitará hasta lo que tiene. Dios da siempre con la medida de Dios. El Señor nunca falta ni queda por Él (Vida 13,6). Al que se da a los pobres, le sobra; nunca se agota el agua de su fuente. A quien retiene su vida por miedo, la tristeza seca su pozo. Sólo se tiene lo que se da, lo que no se da a los pobres se pierde. La moneda del alma la pierdes si no la das (Antonio Machado
2. Respuesta a la Palabra. Meditación
¿Descubro algo en la parábola dirigido a mí?
¿Soy consciente de los dones que el Señor me ha dado?
Los dones que Dios nos ha dado ¿son para echarse a dormir?
3. Orar la Palabra Sea bendito por siempre, que tanto da y tan poco le doy yo. Porque ¿qué hace, Señor mío, quien no se deshace toda por Vos? ¡Y qué de ello, qué de ello, qué de ello y otras mil veces lo puedo decir, me falta para esto! (V 39,6).
4. Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.
Pero, sobre todo, comprendí que la caridad no debe quedarse encerrada en el fondo del corazón: Nadie, dijo Jesús, enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Yo pienso que esa lámpara representa a la caridad, que debe alumbrar y alegrar, no sólo a los que me son más queridos, sino a todos los que están en la casa, sin exceptuar a nadie» (Santa Teresita).
Pedro Tomás Navajas, ocd