Lectio divina: Mateo 26, 14- 27,66 – Domingo de Ramos

Invocación al Espíritu

Ven, Espíritu, ayúdanos, al leer este evangelio, a experimentar el amor de Dios en la pasión de Jesús. Ayúdanos a ver en Jesús a todos los martirizados por el virus y a encontrar en él la salud.

Motivación

“El Señor se sienta por encima del aguacero” (Sal 28), no fuera.

“No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Benedicto XVI: Deus caritas est).

“La medida del amor es amar sin medida” (Bernardo de Claraval).

1. A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida

-En tiempos de crisis volvemos a leer la historia del amor (Israel). ¿Quieres ver hasta dónde es capaz de ir tu Dios por amor a ti? ¿Quieres acompañarlo para estar con él donde él está por ti?

-De la procesión con vivas y palmas al silencio ante la Cruz. Ramos (signo de victoria sobre la muerte y el pecado): pórtico por el que hay que pasar para participar en la Pascua.

2. Proclamación de la palabra: Mateo 26,14-27,66

Pilato insistió: «Pues, ¿qué mal ha hecho?».
Pero ellos gritaban más fuerte: «¡Sea crucificado!».

(Conviene hacer una lectura atenta, amorosa, orante del texto entero).

En aquel tiempo, Jesús fue llevado ante el gobernador Poncio Pilato, y este le preguntó:
S. «Eres tú el rey de los judíos?».
C. Jesús respondió:
+ «Tú lo dices».
C. Y, mientras lo acusaban, los sumos sacerdotes y los ancianos no contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. «¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?».
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, dijo Pilato:
S. «¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?».
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. «No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él».
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
El gobernador preguntó:
S. «¿A cuál de los dos queréis que os suelte?».
C. Ellos dijeron:
S. «A Barrabás».
C. Pilato les preguntó:
S. «¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?».
C. Contestaron todos:
S. «Sea crucificado».
C. Pilato insistió:
S. «Pues, ¿qué mal ha hecho?».
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. «¡Sea crucificado!».
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo:
S. «Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!».
C. Todo el pueblo contestó:
S. «Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!».
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
C. Entonces los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él diciendo:
S. «Salve, rey de los judíos!».
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.
C. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a llevar su cruz.
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa echándola a suertes y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de la cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Este es Jesús, el rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda.
C. Los que pasaban, lo injuriaban, y, meneando la cabeza, decían:
S. «Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».
C. Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:
S. «A otros ha salvado y él no se puede salvar. ¡Es el Rey de Israel!, que baje ahora de la cruz y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”».
C. De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.
C. Desde la hora sexta hasta la hora nona vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A la hora nona, Jesús gritó con voz potente:
+ «Elí, Elí, lemá sabaqtaní?».
C. (Es decir:
+ «Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»).
C. Al oírlo algunos de los que estaban allí dijeron:
S. «Está llamando a Elías».
C. Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber.
Los demás decían:
S. «Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo».
C. Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu.
C. Entonces el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos. El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. «Verdaderamente este era Hijo de Dios».

3. Fecundidad de la Palabra

2.1. PRELUDIO. “¿Qué estáis dispuestos a darme si os lo entrego?” La Cruz es el triunfo del amor sobre el odio, la esperanza frente a toda desesperación. Treinta monedas de plata: el precio de un jornal, el precio de un esclavo. El amor (amo) al dinero empuja a un amigo a traicionar a Jesús (contraste con la mujer del perfume). El dinero es el «Dios visible», a diferencia del Dios verdadero que es invisible. Todo es posible para el que cree-tiene dinero. Judas busca la ocasión para entregarlo, Jesús busca el tiempo cumplido para entregarse. Tras un beso helado, Jesús lo llama amigo.

2.2. CENÁCULO. “¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?” El jueves por la tarde comenzaba la fiesta de la liberación. Comían pan ácimo: como señal de pureza y de prisa por salir de la esclavitud. Pascua: fiesta de liberación. Jesús muestra autoridad, desea pasar la última pascua con sus amigos.

«En verdad os digo que uno de vosotros me va a entregar”. A pesar de que la cena de Jesús se celebra en contexto de traición, Jesús se sienta a la mesa con ellos. Cunde el miedo. “Uno tras otro” preguntan: “¿Soy yo acaso, Señor?” (Judas le dice “Rabí” y presenta el lado oscuro del seguimiento). Jesús parte el pan y lo reparte, y lo mismo hace con el vino. Y les promete: “Iré delante de vosotros a Galilea”. En la traición-negación-abandono, brilla el gesto del amor.

2.3. GETSEMANÍ. “Sentaos aquí, mientras voy allá a orar”. Oración tremenda de Jesús (tres veces la repite). Jesús no cesó de orar y no dudó un solo instante de que Dios le escuchaba (“Tú siempre me escuchas”). Jesús grita en la oración Jesús su sufrimiento, pero más todavía su confianza fiel en el Abba (tema de las tentaciones). La hora no se improvisa. El Padre no guardó silencio ante su muerte; en el Crucificado revela su bondad, su compasión y su ternura.

Arresto.  “Al que yo bese, ese es: prendedlo”. Aun siendo inocente y bueno, Jesús es considerado como un bandido y un criminal. La noche se ha hecho más negra por el odio. Los discípulos huyen. Jesús comienza su viaje hasta la muerte, no busca la cruz, pero no la rehúsa cuando está en juego su proyecto de amor.

2.4. PROCESO JUDICIAL ANTE EL SANEDRÍN. “Lo condujeron a casa de Caifás”. Del monte de los Olivos lo llevan a la ciudad. El conflicto entra en la más amarga expresión. Le exigen que responda a las falsas acusaciones, pero Jesús permanece en silencio (como el siervo sufriente de Isaías). Pregunta clave de Caifás: “Te conjuro por el Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios”. Jesús, en el centro de la escena, proclama que lo es.

“No conozco a ese hombre”. Pedro rompe con Jesús, pero Jesús no rompe con Pedro. En la prueba, Pedro niega ser de los discípulos e, incluso, conocer a Jesús. Lo dice delante de todos. Se da cuenta y llora su pecado. “¡Oh feliz culpa, que mereció tal Redentor!”

“He pecado entregando sangre inocente”. Final trágico del traidor. Queriendo quitarse de encima la culpa, arroja las monedas. Los jefes no las aceptan. Judas escoge el camino de la muerte.

2.5. PROCESO JUDICIAL POR PARTE DE PILATO. “Lo entregaron a Pilato”. Jesús aparece de pie ante el gobernador. Lo interroga con una pregunta importante para los romanos: “¿Eres tú el rey de los judíos?” Jesús permanece en silencio. Pilato se sorprende.

“A Barrabás”. La gente, manipulada por los sumos sacerdotes y los ancianos, escoge a un bandido y no a Jesús. Una mujer intercede por él, llamándole ‘justo’, pero Pilato se lava las manos y el pueblo grita: “¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!” Mientras, la guarnición romana se burla. Jesús aparece humillado.

2.6. CRUCIFIXIÓN Y MUERTE DE JESÚS. “Lo llevaron a crucificar”. Del pretorio lo llevan fuera de la ciudad, al Gólgota, lugar reservado para las ejecuciones públicas. El hijo es echado fuera de la viña.

“Este es Jesús, el rey de los judíos”. El amor, expuesto a la burla. Los dos ladrones señalan, de forma irónica, cuál es la corte de este rey, “amigo de publicanos y pecadores”. En la cruz, dolorosa e infamante, reservada a los traidores, a los esclavos y a los peores criminales, vemos ahora a Dios. Jesús, ante la burla, calla, perdona, ama. Su silencio expresa la dignidad de quien ha sido fiel, la confianza de quien se sabe sostenido por el Padre, la sabiduría de quien ha entendido la verdad de todo.

“Jesús gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu”. Hay dolores de parto para un nuevo nacimiento. El silencio se rompe con el grito de Jesús. En la cruz se purifica el lenguaje religioso. Las risas del mal y la injusticia con los más débiles, son vencidas por la debilidad crucificada de Jesús. Después del grito, ya no hay palabras, solo un silencio de fidelidad y confianza en su Padre. Jesús muere fiel al Dios en el que ha confiado siempre. Muere como un excluido, pero confiando en el Dios que no rechaza ni excluye a nadie. Jesús muere orando.

«Verdaderamente este era Hijo de Dios». Lo que no ve el pueblo, lo ve un pagano. La muerte de Jesús desemboca en una resurrección que restaura todas las cosas. Ninguna tumba podrá retener al autor de la vida. El Amor ha sido crucificado, pero el camino de las bienaventuranzas que Jesús abrió ya nadie lo podrá borrar de esta tierra tan amada por Dios. La cruz es el nuevo rostro de Dios que nos desvela Jesús, el rostro del amor que mirar.

4. Respuesta a la Palabra

  • Treinta monedas. ¿Qué valor le das a Jesús en tu vida?
  • ¿Te atreves a mirarte en el espejo de la pasión de Jesús?
  • ¿Te escandaliza la cruz?
  • ¿En qué personaje de la Pasión te sientes reflejado?

5. Orar la Palabra

“¡Oh Cristo, Hijo de Dios, si no quisieses no padecerías! ¡Muéstranos el fruto de tu Pasión!” (San Agustín).

“Tú eres Cristo, el Hijo de Dios vivo”. “Cristo es mío”.

Mira a Jesús en la cruz, identificado con todos los martirizados, en este momento, con los martirizados por el virus.

6. Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.

Escucha la pasión según san Mateo de Bach.

Sal de tu corazón, aunque no salgas de tu casa, para ser solidario.

Documentación:  LECTIO DIVINA. DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR: Mateo 26, 14— 27,66

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