Lectura orante del Evangelio: Mateo 3,13-17
La persona humana, mediante el bautismo, es introducida en la relación única y singular de Jesús con el Padre (Benedicto XVI).
Vino Jesús desde Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara.
En el Jordán se le cambió la vida a Jesús; ¿dónde y cuándo se nos cambiará a nosotros? Acudió a bautizarse y se sintió habitado plenamente por el Espíritu. Una fuerza nueva le nació por dentro. A partir de ahí comenzó a anunciar la Buena Noticia de un Dios, amigo de todos. Si deseamos caminar con Jesús, si queremos ser discípulos misioneros del Evangelio en esta hora, necesitamos la experiencia transformadora del Espíritu. Con él, la vida bautismal puede ser vivida en su totalidad e integridad por todos (Beato María Eugenio). Ven Espíritu. Reanima en nosotros la llama del amor. Revitaliza nuestras fuerzas. Recrea nuestra comunión con todos los pueblos de la tierra.
Soy yo el que necesita que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?
Jesús se presenta ante Juan humildemente. El Espíritu es su grandeza y su alegría. Así continúa su estilo de vida encarnada, anonadada. Con gestos sencillos y palabras de verdad, se coloca abajo para servir y amar. Jesús viene a nosotros con el traje de siervo. Tendríamos que revivir el asombro de Juan: ¿Cómo es que tú, Jesús, acudes a nosotros, cuentas con nosotros, te igualas a nosotros, te acercas tanto? Bautízanos, tú, Jesús, con el Espíritu Santo. Haznos descubrir la frescura original de tu Evangelio. Todo nuestro bien está en tu humanidad. Toda gracia nos viene de ti.
Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrieron los cielos y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él.
El Espíritu se posó sobre Jesús. En él ponemos nuestros ojos. No es lo mismo estar bautizados o no. Nuestra identidad más profunda nos la da el Espíritu. En nuestra interioridad, el Espíritu alienta, llena de amor. El Espíritu nos enseña a orar: Abba, Padre. Gracias al Espíritu, Jesús se manifiesta en nuestra humanidad. Lo que sucede en el bautismo es el comienzo de un proceso que abarca toda nuestra vida. Nos hace capaces de eternidad (Benedicto XVI). Ven, Espíritu Santo. Pósate sobre nosotros. Úngenos con la alegría.
Este es mi hijo amado, en quien me complazco.
Hijo, amado, predilecto. Estas son las palabras que Jesús escucha del Padre. Y como Jesús viene a comunicarnos todo lo que el Padre le ha dicho, también nosotros somos, en él, hijos, amados, predilectos, hermanos de los pobres y de los últimos. Nos sostiene el regazo amoroso del Padre. Lo que Dios quiere del hombre es una relación papá-hijo, acariciarlo, y le dice: yo estoy contigo (Papa Francisco). Esta es nuestra verdad más profunda, imborrable. Llevamos su rostro dibujado en nuestro corazón. ¡Ya podemos pasar por esta vida, como él, haciendo el bien! Vivimos el bautismo como el más bello y sublime de tus dones, hacemos presente tu misterio de amor en la historia de cada díac, emprendemos, junto a Jesús, caminos de evangelio, ponemos en el centro a los que están en los márgenes, vivimos en comunión con la Iglesia. ¡Gloria a ti, Señor!
¡Feliz Navidad! CIPE – enero 2023
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