Domingo de Pentecostés

Lectura orante del Evangelio: Juan 20,19-23

“Pensemos en el Espíritu Santo, hablemos con él” (Papa Francisco).  

Jesús se puso en medio y les dijo: ‘Paz a vosotros’.

Jesús nos regala su Espíritu para que saboreemos la vida por dentro y vivamos la paz, más allá de la inestabilidad de las pandemias. Con las manos abiertas lo recibimos. En nuestra interioridad, más allá de la corteza de la vida, en el silencio, el Espíritu es en nosotros un torrente de aguas vivas. El Espíritu nos enseña a descubrir a Dios dentro de nosotros y no fuera. ¡El Espíritu de Jesús!: gracia y alegría, fortaleza y esperanza, vida entregada y comunión, viento fuerte para el testimonio, voz sinfónica para la alabanza, novedad sin sombras, paz confiada, esperanza para el mundo, siempre amor.
Danos, Señor, tu Espíritu.

Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.

Jesús y el Padre nos regalan el Espíritu, plenitud de la Pascua. Todo nuestro negocio consiste en aprender a recibir. Cuando el coronavirus ocupa nuestro pensamiento y nuestras conversaciones, el Espíritu mantiene vivo el recuerdo de Jesús en el mundo y nos capacita para vivir la experiencia interior del misterio del Padre. El Espíritu llena nuestras vidas de alegría, es el gozo profundo de los pobres. El Espíritu cambia nuestra suerte, nos transforma: el fracaso lo cambia en fecundidad, la sequedad en huerto regado, la siembra en cosecha abundante, la pandemia en torrente de solidaridad. ¡Qué alegría contar con esta presencia amorosa! El Espíritu de Jesús es el Evangelio encarnado en nosotros. ¿Le haremos hueco en nuestro corazón? El agua duerme en la hondura de nuestro pozo; ¡dichosos quienes oyen su rumor!
Danos, Señor, tu Espíritu.

Sopló sobre ellos.

Jesús, soplando sobre cada uno de nosotros, nos da su Espíritu para que vivamos a su aire, como él vivió. ¡Qué gesto tan lleno de amor, tan orante: Jesús soplando sobre nosotros! Jesús nos da a aquel que le ha empujado por los caminos para estrenar el Evangelio y acercar la bondad del Padre a los pobres. Ahora, el Espíritu es el aire que empuja nuestra vela por los mares; delicadamente nos enamora. El Espíritu, con sus dones, convierte nuestra vida en una fiesta de servicio a la humanidad más dolorida, nos hace oír la música para danzar el gozo de Dios junto a hermanas y hermanos en las plazas de los pueblos, en los hospitales. ¡Vaya lujo vivir cada día con el Espíritu de Jesús! ¡Cuánto lo necesitamos para vencer los miedos, que paralizan la vida, y encender cada día llama de la esperanza!
Danos, Señor, tu Espíritu.    

Recibid el Espíritu Santo.

A Jesús no le queda ya nada por darnos. Con el don de su Espíritu nos lo da todo. ‘Recibid el Espíritu Santo’, nos dice. En recibir a este amigo nos va la vida. La lentitud en el esfuerzo es contraria al Espíritu de Jesús. El Espíritu de Jesús es el corazón de la oración y de la vida; testimonia que somos hijos del Padre y nos empuja a seguir y amar a Jesús, pone perfume y estrena melodías, abre caminos misioneros y hace vivir más allá de toda muerte, fortalece las manos para el bien y suscita alabanzas por el exceso de su don, invita a la intercesión y compromete a tejer, junto con muchos, una nueva túnica para los pobres. También, en este tiempo de pandemia oramos con María:
Danos, Señor, tu Espíritu.

Feliz fiesta del Espíritu Santo – CIPE, mayo de 2020

DOC. PDF. Domingo de Pentecostés. Lectura orante del Evangelio: Juan 20, 19-23

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