Lectura orante del Evangelio: Juan 11,1-45
Dios nos ha creado para la vida (Papa Francisco).
Dijo Marta a Jesús: ‘Señor, si hubieras estado aquí no habría muerto mi hermano’.
Desde tantas situaciones de dolor y de muerte, nosotros, como Marta, le preguntamos al Señor: ¿Dónde estás?Hasta nos vemos tentados de pensar que la oración, ante tanto dolor, se queda corta. La situación de dolor que estamos viviendo a nivel mundial nos pide que purifiquemos nuestra fe. De hecho, tragedias como las que ahora recoge la prensa, las viven a diario los más vulnerables, los más pobres, aunque su dolor no merezca ni el mínimo espacio en los medios de comunicación. ¿No tendremos que acudir a ellos, a los más pobres, para que nos ayuden a creer, a confiar en Jesús en esta hora? No vemos, no entendemos, nos surgen preguntas, dudas, pero el Espíritu viene en nuestra ayuda y nos alienta a escoger, en esta hora, a Jesús como Señor de nuestras vidas, a enamorarnos de él. Aunque estemos como ese pájaro que se golpea contra el cristal porque no ha encontrado todavía la pequeña salida que le ofrece la ventana. Espíritu Santo, enséñanos a ser pobres y humildes de corazón. Cuando no podemos nada y menguamos, ayúdanos a ver que Dios invade nuestra nada con su infinita ternura. Que nuestra gotita de agua entre en el río caudaloso de tu amor.
Jesús le dijo: ‘Tu hermano resucitará’.
¿Cómo comprender este hermoso misterio en esta hora difícil? Confiamos en Jesús. Él está con nosotros y nos enseña a mirar de frente la muerte, a desafiarla con la vida. Nos abre los ojos para ver resurrección donde solo había nada. Con Jesús, el amor está siempre naciendo. Saber que su amor nos espera es la fuente en la que se recrea nuestra esperanza solidaria. Jesús ama en plenitud y viene a nosotros con una promesa llena de vida: “Resucitará”, le dice a su amiga Marta. En toda situación difícil aparece Jesús. Que el miedo no oculte la belleza de su promesa, del futuro que nos da. Jesús, haznos oír en el silencio del corazón tu palabra de vida: ‘Resucitarás’.
‘Yo soy la resurrección y la vida: el que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá’.
Las palabras de Jesús resuenan a repique de campanas y rompen las crisis en pedazos; en ellas se asoma la esperanza. Sus palabras son el mensaje más hermoso que pueden oír nuestros oídos. Jesús camina victorioso a nuestro lado. Su resurrección no es algo del pasado, es fuerza de vida que penetra las grietas de nuestra pena. Jesús convoca a la vida. Nadie, nunca, nos ha prometido tanto. Nuestra noche tiene amanecer. Es él quien resucita en la pobreza radical del corazón. Él es el Señor, el que toma el timón de nuestra endeble existencia. Nuestro orgullo se acalla ante él. Lo miramos resucitado. Tú eres nuestra resurrección y nuestra vida. Lo diremos mil veces hasta que tu rostro quede dibujado en nuestras entrañas. Resucítanos.
‘¿Crees esto?’ ‘Sí, Señor: yo creo’.
¿Cómo responder al amor de Jesús? Lo haremos con nuestra fe, que nos aleja de la oscuridad y abre claridades. Su resurrección ya está presente en el corazón de nuestra vida. Percibimos sus huellas; nuestra vieja vasija de barro lleva dentro un tesoro. Tenemos confianza en Jesús. Caminamos con la música de la alabanza y la danza del servicio en este momento. ¡Hay tantas personas que nos dan ejemplo de solidaridad, de la buena, en estos días! El Espíritu nos reviste de esperanza, que nos hace mirar más allá, siempre más allá, hasta descansar en el misterio de la ternura de Dios. Recordadme, recordadme sencillamente que un amor me espera, decía una carmelita en la enfermedad grave. Creemos en ti, Jesús, resurrección y vida para todos.
Desde el CIPE, feliz encuentro con Jesús – 2023
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