Lectura orante del Evangelio: Mateo 15,21-28
Que la Virgen María nos haga cada vez más conscientes de nuestra necesidad del Señor y de su Espíritu; nos obtenga una fe fuerte, llena de amor, y un amor que sepa hacerse súplica, súplica valiente a Dios (Papa Francisco).
‘¡Señor, ayúdame!’
Una mujer pagana, extraña al mundo judío, pero con un coraje y una valentía propios de toda madre que ante la salud de un hijo está dispuesta a todo, se acerca a Jesús para suplicarle. Los discípulos quieren quitársela de encima porque sus gritos insistentes molestan, pero no pueden con ella. En su petición de ayuda está el gemido del Espíritu, que abre puertas y rompe fronteras. Por la valentía y la audacia de tantas mujeres en su lucha tenaz a favor de la vida, comienzan las cosas más insospechadas y vitales para el ser humano.
Bendito seas, Señor, por cada mujer con entrañas de maternidad universal.
‘No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos’.
Jesús, con esta frase aparentemente tan dura y desconcertante para la mujer, expresa y denuncia la mentalidad religiosa generalizada de su tiempo y también del nuestro. Jesús tiene claro que el pan es para todos y que en el corazón del Padre hay sitio para todos. Ningún pueblo puede hacerse dueño de Dios ni del pan, ni del bienestar y la salud. Jesús rompe los estrechos límites de una religión que margina, de una oración que se apropia de Dios, de un corazón que juzga y no comparte con los que no son de ‘los nuestros’. El Espíritu gime en muchos corazones, en muchos jóvenes, en muchas mujeres, gritando la necesidad de una nueva universalidad, de una mayor solidaridad entre los seres humanos.
Gracias, Espíritu, por tus gemidos vivos en el mundo.
‘Tienes razón, Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de los amos’.
Estamos ante a un diálogo precioso con Jesús, que no es un juego ni una costumbre. La madre insiste, persevera, se arriesga. Su oración huele a verdad vital, es audaz. Su grito abre manantiales en los páramos. En las migajas hay vida, en las montañas de residuos hay mucha injusticia, en el corazón del ser humano hay mucha solidaridad de Dios por descubrir.
¿Qué nos dices con esto, Señor?
‘Mujer, qué grande es tu fe; que se cumpla lo que deseas’.
Jesús está feliz. En la fe viva de esta mujer, Dios se hace entendible, la tierra ha dado su fruto, la inhumanidad de las fronteras cerradas ha dado paso al corazón solidario para afrontar juntos las crisis. El Espíritu ha triunfado, surge lo nuevo. ¿A qué nos anima esta manera de vivir y de orar de la mujer siro-fenicia?
Santa María, atráenos y caminaremos contigo. Santa María, mujer nueva, enséñanos a vivir los nuevos caminos del Espíritu en esta hora.
Feliz Domingo – CIPE, agosto 2023
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