Lectura orante del Evangelio: Mateo 16, 21-27
Comencemos, hermanos, a servir al Señor, porque hasta ahora poco o nada hemos hecho (San Francisco).
Comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho.
Jesús hace una propuesta provocativa. Quiere entregar la vida para que el fuego del reino prenda en la tierra y no busca un halago fácil. Habla de lo que tanto cuesta entender: del misterio de la cruz, de saber perder para ganar. Él va delante, con libertad, decidido a amar. Su propuesta de vida: una cruz en la que está la salvación del mundo.
Jesús, enséñanos a orientar la vida hacia la salvación.
Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».
Mentalidades opuestas, frente a frente. Mentalidad del mundo y mentalidad de Jesús. Una sabiduría de triunfadores, donde lo que importa es el ego que deja las orillas del mundo llenas de cruces sin redimir; y enfrente, la sabiduría de la cruz que da esperanza, cura heridas, tiende puentes, abraza. ¿Dónde nos situamos nosotros?
Ponnos a prueba, Señor. Guíanos por el camino de la verdad y del amor.
Jesús se volvió y dijo a Pedro: «Ponte detrás de mí, Satanás. Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».
El proyecto de Jesús muestra el camino del amor, un amor fiel, que no se echa para atrás ante las dificultades; un amor que vale más que la vida y que, por eso, está dispuesto a entregarla por amor. Jesús ofrece un modo generoso de vivir pensando en los demás. Satanás, el que aleja de los caminos de Dios, tiene sumo empeño en que este proyecto sea entendido como insensato, trasnochado, irracional, inaceptable. Cuando rebajamos la radicalidad del seguimiento de Jesús y escondemos la luz y la cruz, jugamos con el amor, nuestra vida pierde su verdadero sentido, a muchos pobres se les va a chorros la esperanza. ¿Dónde nos pondremos nosotros?
Si nuestros pasos se alejan de ti, Jesús, acércate, no dejes que nuestra vida se pierda en la mentira.
«Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga».
Tras este diálogo tenso, también orante, Jesús reitera su propuesta: cargar con la cruz y seguirle. Así como el Padre nos ama en el abrazo de Cristo crucificado, así nosotros, sin desviar la mirada de Jesús, podemos amar a la humanidad llevando la cruz de cada día. No hay cristianismo sin cruz, porque no hay amor sin cruz. La cruz, que las crónicas del mundo llaman derrota o fracaso, lleva dentro auroras de libertad y de alegría, de resurrección. ‘En la cruz de Jesús está la vida y el consuelo. Ella sola es el camino para el cielo’.
Siempre contigo, Jesús. Siempre, siguiendo tus huellas.
CIPE – septiembre 2023
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