Lectura orante del Evangelio: Mateo 22,1-14
Oh almas criadas para estas grandezas y para ellas llamadas, ¿qué hacéis?, ¿en qué os entretenéis (San Juan de la Cruz).
Venid a la boda.
La iniciativa es de Dios. Jesús sale a los caminos para decirlo. Hoy lo hace con una parábola que habla de una boda. Sabe que para las gentes que lo rodean una de las experiencias más gozosas es la ser invitados a una boda y compartir juntos un banquete. A Jesús le encanta recordar que el proyecto de su Padre consiste en preparar una gran fiesta para todos, sin excluir a nadie, un ‘festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares exquisitos, vinos refinados’. ¡Qué imagen tan gozosa tiene del Padre! Para contagiarnos esta novedad inaudita, no se cansa de decir que el Reino es una fiesta de amor que el Padre prepara para todos los que ama. El Padre, ¡es tan amigo de dar! ¡Qué alegría! Siempre quiere nuestra alegría. En él no existe la cicatería ni tiene cabida la tristeza. Recibir el consuelo de Dios es una de las experiencias religiosas más intensas e iluminadoras que puede experimentar el creyente. Dios nunca se cansa de amar. ¿Pensamos así de Dios?
Alábele mucho quien esto entendiere en sí… el hacimiento de gracias hará que se disponga para otras mayores (Santa Teresa de Jesús).
Los convidados no hicieron caso.
Jesús dice que el amor puede no ser correspondido. Lo ha visto por experiencia, y nosotros también lo sabemos. ¿Por qué no entramos en la fiesta, en esta invitación de Dios tan nueva y sorprendente, quedándonos en las afueras? ¿Acaso no necesitamos de Dios en esta hora? ¿Por qué no nos atrevernos a creer en el Padre que se goza viéndonos a todos reunidos en torno a su mesa? ¿Por qué en vez de dejarnos abrazar por su amor, nos quedamos distraídos, satisfechos con nuestro bienestar, ausentes, como si no necesitásemos alimentar una esperanza última? Al Padre no le ha quedado nada por hacer. ¿Qué nos queda por hacer a nosotros? ¿Cómo es posible rechazar a alguien tan fascinante y entender y vivir la vida como si la Trinidad no la hubiese besado?
Quien no creyere que puede Dios mucho más… tiene bien cerrada la puerta para recibirlas. Nunca os acaezca, sino creed de Dios mucho más y más” (Santa Teresa de Jesús).
Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.
Jesús habla de un Padre que, a pesar de nuestros desaires, no se desalienta y sigue llamando a una fiesta de libertad. A pesar nuestra ausencia de amor, no suspende la fiesta. Quiere ver la sala llena. No puede dejar al mundo sin la gratuidad, ternura, misericordia que inundan su corazón. Ningún fracaso o infidelidad por nuestra parte le cierra las entrañas. Su amor, siempre creativo, nos convoca de nuevo, una y otra vez. ¿Quién seguirá anunciando esta fiesta de Dios? La Iglesia está llamada a hacerlo, con fe y alegría. El don del Padre se convierte en tarea nuestra. El vestido de fiesta para entrar siempre será el amor, recibido y dado. Danos, Señor, el Espíritu, para decir con santa Teresa:
“Tengo gran envidia a los que tienen libertad para dar voces, publicando quién es este gran Dios” (6Moradas 6,3).
Feliz fiesta de Santa Teresa. CIPE – octubre 2023
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