Lunes, 18 de diciembre
“Cuando José se despertó, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y acogió a su mujer. Y sin haberla conocido, ella dio a luz un hijo al que puso por nombre Jesús” (Mt 1, 24).
La luz y la fuerza del Espíritu traen a Jesús a nuestro mundo. José y María, en pobreza y verdad, acogen confiados la Palabra que se encarna en sus vidas y en nuestra tierra; preparan su hogar de fe, esperanza, pobreza y ternura para recibirla. Adviento es camino de abandono y confianza.
Con María y con José quiero disponer mi interior para acogerte, para adorarte, para agradecer tanto amor. Con María y con José salgo al encuentro de los pobres, de los que más sufren, de quienes están más solos Quiero parecerme a ti. Amén.
Martes, 19 de diciembre
“No temas, Zacarías, porque tu ruego ha sido escuchado: tu mujer Isabel te dará un hijo, y le pondrás por nombre Juan. Te llenarás de alegría y gozo, y muchos se alegrarán de su nacimiento… ¿Cómo estaré seguro de eso? Porque yo soy viejo y mi mujer es de edad avanzada” (Lc 1,13.14.18)
Zacarías es un orante persistente, un buscador de sentido para su vida. Se acerca como tantas veces al templo, pero esta vez la respuesta de Dios acalla su mente y le abre al Misterio. Aprendió a esperar, silenciando todo su ser, junto a Isabel su esposa. Los dos escucharon la promesa y confiaron a oscuras en el misterioso anuncio que fecundaba las entrañas de Isabel. En su pobreza se cumplen sus promesas.
Señor, me abro confiado/a tu gracia, siempre me sorprendes y desbordas.
Miércoles, 20 de diciembre
«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús… para Dios nada hay imposible. María contestó: He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y el ángel se retiró” (Lc 1, 30.31. 37.38).
¡Qué inmenso el amor de Dios que viene a habitar nuestra casa común! Con María aprendemos a dejarle hacer a Dios en nosotros. La humildad consiste en dejarnos hacer, como el barro en manos del alfarero. En nuestra pequeñez se posa la mirada amorosa de Dios para que nazca en nosotros una historia de misericordia, presencia tangible de Dios en el mundo. ¡Bendito seas, Señor!
Santa María y san José, enseñadnos a que la vida de Jesús crezca en nuestro interior. Adviento es camino de interioridad y silencio.
Jueves, 21 de diciembre
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor” (Lc 1,43)
En el encuentro de dos mujeres se manifiesta con fuerza la acción del Espíritu. La visita y el saludo de María comunican el Espíritu a Isabel y al niño que lleva en sus entrañas. Ante la actuación sorprendente de Dios, cultiva hoy un triple gesto de cercanía al hermano, gratitud y alabanza.
Con las manos abiertas esperaré tu saludo, María. Con el corazón abierto esperaré que visites mi casa. Con María e Isabel te alabo y bendigo Dios del Amor.
Viernes, 22 de diciembre
«Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humildad de su esclava” (Lc 1,46).
El canto gozoso y agradecido de María nos acompaña en este Adviento, cercano ya a la Navidad. La presencia de Dios provoca un gozo incontenible, algo sucede en los entresijos del ser humano. María proclama, comparte con nosotros, la maravillosa obra del Amor de Dios en ella. Que la experiencia de Dios alcance tus raíces.
Santa María, del Adviento, dame tu paz y tu fe para para que broten en mi corazón músicas que alaben y bendigan al Señor. Virgen María, que mi Navidad no excluya a los necesitados porque sin ellos no hay Navidad.
Sábado, 23 de diciembre
“Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban” (Lc 1, 58).
Los vecinos de Isabel comparten su alegría. ¡Qué hermoso cuadro para la comunidad cristiana: compartir unos con otros el gozo de haberte encontrado! Tu salvación nos alegra en lo más hondo. De nuestra tierra reseca brotan ahora las flores y los frutos. Hay motivos para la alegría. Hay motivos para la solidaridad.
¡La alegría de tu venida me llena de vida, ¡Ven pronto, Señor!
Abriremos nuevas sendas, porque el polvo ha borrado ya las viejas sendas. Detectaremos esos instantes en que el Espíritu y nuestro espíritu se encuentran para dar vida a algo nuevo, a una nueva presencia de Jesús entre nosotros.
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