LECTURA ORANTE DEL EVANGELIO: Marcos 1,12-15
No os pido ahora que penséis en él, ni que saquéis muchos conceptos, ni que hagáis grandes y delicadas consideraciones, no os pido más que le miréis (Santa Teresa de Jesús).
El Espíritu empujó a Jesús al desierto.
Comenzamos la Cuaresma: tiempo del Espíritu, tiempo de discipulado, tiempo de verdad para nuestra vida. La fuerza del Espíritu nos empuja, como empujó a Jesús. Nos mete en el desierto, que es la complejidad de la vida, para poner a prueba nuestra condición de hijos e hijas de Dios. No nos ahorra esfuerzos. Él sabe por qué. Está deseando actuar con nosotros, quiere hablar en nosotros, si le dejamos. Él es el amigo interior, la luz en medio de la noche, el maestro que acompaña en el camino. Alegramos al Espíritu si lo llamamos, si le entregamos nuestra vida para ser colaboradores suyos. Con un profundo respeto a nuestra libertad, se insinúa en la hondura, habla al corazón, nos lleva al amor primero. Es hora de escucharle y seguirle.
Ven, Espíritu. Empújanos.
Se quedó en el desierto, cuarenta días, siendo tentado por Satanás.
Los cambios que necesitamos son profundos y no fáciles de ver. Requieren tiempos fuertes, soledad y silencio, atención amorosa. El enemigo no descansa; nos pone a prueba con mil tentaciones: adormecer los sueños más hermosos, vivir una santidad postiza, poner al ego como centro de todo, ahogar los sentimientos de compasión, enfriar el anuncio misionero… El Espíritu viene en nuestra ayuda y nos pone ante los ojos a Jesús, que fue probado por la tentación, pero que, sobre todo, experimentó la fidelidad de Dios. Prefirió el proyecto, de compasión y ternura, del Padre, a las propuestas halagadoras del enemigo. Con él confiamos salir airosos de las pruebas, fortalecidos para el seguimiento de Jesús y el anuncio del Evangelio. En el desierto nos preparamos a conciencia para emprender la batalla de la existencia.
Gracias, Espíritu Santo. Fortalécenos.
Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Después de la tempestad viene el camino misionero. El Espíritu, que empujó a Jesús al desierto y lo alentó en las pruebas, lo lanza ahora a la fascinante aventura de proclamar el Evangelio. La noche oscura del desierto, vivida con abandono confiado en la ternura del Padre, ha sosegado su casa, lo ha afianzado en la alegría y la libertad, la buena nueva le brota por todos los poros. El Espíritu ha triunfado: alumbra primaveras cuando el invierno creía tener la única palabra. ¡Qué alegría!
¡Bendito y alabado seas, Espíritu Santo! ¡Bendito seas, Señor, Jesús!
Decía: ‘Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio’.
Esto es lo que nos dice Jesús: ‘ha merecido la pena la lucha contra el mal; Dios, que es la eterna novedad, siempre está cerca, a vuestro favor, en las pruebas, no abandona’. Jesús nos invita a la conversión, a revisar el enfoque de la vida, a despertar. Es posible comenzar de nuevo, danzar al son de la gracia. Es la hora de hacer nuestra la certeza de la presencia de Dios que da a nuestra vida un toque de novedad y belleza que nadie nos puede arrebatar. El proyecto fascinante de Dios no puede ser vencido por el sin sentido. Jesús va delante, viene con nosotros Lo seguimos, al aire del Espíritu, en este tiempo de Cuaresma, tiempo de gracia y libertad, tiempo intenso y santo.
Gracias, Jesús por marcarnos el camino, por estar siempre con nosotros.
La Cuaresma es la fiesta del Espíritu. Buen camino. CIPE – febrero 2024