Lectura orante del Evangelio: Lucas 2,22-40
En estos momentos, donde tantos inocentes pierden la vida por las guerras, sólo el amor del Niño Dios puede acallar la violencia en el mundo. No vino contra nadie, vino a traer la Paz.
Un hombre llamado Simeón… aguardaba el Consuelo de Israel y el Espíritu Santo moraba en él.
Con la luz del Espíritu, oramos con una mirada atenta, de fe, para descubrir lo que une, en el corazón, a las familias y a los pueblos. Dos ancianos, Simeón y Ana, llenos de alegría y de fe por la acción del Espíritu, que viven aguardando, como tantos ancianos, se encuentran con dos jóvenes esposos, José y María, que acuden con su hijo al templo para presentarlo a Dios. Son una familia más en medio del gentío, pero las cosas de Dios no pasan desapercibidas para los que tienen mirada profética. Oramos mirando a Jesús. Es fuente de aquel amor que une a las familias y a las personas, acercando cada diferencia, cada aislamiento, cada alejamiento.
Te damos gracias, Señor, por la buena relación entre los jóvenes y los ancianos; su encuentro llena de esperanza la humanidad. Te damos gracias por cada familia.
Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor.
La oración interior es la ocasión para que el Espíritu se comunique con nosotros. Suyos son tantos mensajes que, si estamos atentos, percibimos en el silencio del corazón y en el clima de diálogo de la familia. Simeón y Ana sabían escuchar y seguir las inspiraciones del Espíritu, se dejaban guiar por el que nos ayuda a descubrir la verdad y a andar en ella. La mayor verdad es ver a Jesús. Esta es la pretensión del Espíritu: que nuestros ojos vean a Jesús, que nos encontremos con Él.
Véante mis ojos, pues eres lumbre dellos y sólo para ti quiero tenellos (San Juan de la Cruz).
Impulsado por el Espíritu Santo fue al templo.
Miramos a Simeón y Ana, impulsados por el Espíritu. Miramos a la Iglesia, fortalecida por el aliento del Espíritu. Miramos a las familias, donde el Espíritu sigue haciendo, aunque el mal meta más ruido, tantas maravillas de ternura, gratuidad, entrega desinteresada, amor. ¡Qué fuerza tienen los dones del Espíritu! ¡Por cuántos caminos nos sale al encuentro! En presencia de María y de José queremos vivir al aire del Espíritu, con los ojos fijos en Jesús.
Santa Familia de Nazaret, haz de nuestras familias lugares de comunión y casas de oración, auténticas escuelas del Evangelio, pequeñas iglesias de la caridad hacia los pobres, espacios donde se cuida y ama la vida.
Cuando sus padres entraban con el Niño Jesús… lo tomó en brazos y bendijo a Dios: ‘Mis ojos han visto a tu Salvador’.
Simeón y Ana toman al Niño en brazos, ¡cuánta ternura!; dejan que la carne de Jesús toque sus esperanzas, ¡cuánta alegría!: hablan del Niño a los que los rodean, ¡cuánta evangelización de la buena! En ver a Jesús con ellos lo han encontrado todo. Con ellos, los que amamos a Jesús saltamos de gozo y nos sentimos llamados a educar el corazón para la paz y a trabajar por un mundo con sabor a familia. Esa Iglesia doméstica, del carácter dialogante y verdadera escucha, será una pequeña aportación de sinodalidad doméstica para la Iglesia universal con proyección de futuro.
Familia de Nazaret, que nunca más haya en las familias episodios de violencia, que quienes hayan sido heridos por el desamor sean curados y consolados.
Feliz Navidad y Feliz Año Nuevo bendecido por Dios. Desde la pequeña familia del CIPE 2023
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