Domingo del Bautismo del Señor

El bautismo nos hace renacer a la vida cristiana (Papa Francisco).   

Comenzamos el encuentro orante con esta actitud humilde de Juan. Detrás, o mejor, con nosotros, viene Jesús, el que puede más, el Justo que nos hace justos. En la Navidad ejercitamos esta presencia de Jesús, con ese ‘pensamiento sosegado’ que nos lleva a la adoración. El cambio, que deseamos se produzca en la sociedad y en nosotros, es posible si Él está en medio. El coraje de la fe renace si Él camina a nuestro lado. Es hora de dejar sitio en nuestro corazón a Jesús. Él quita el pecado del mundo. Nuestra mayor alegría está en encontrarle, como le encontró Juan.

Ven, Espíritu. Queremos seguir tus inspiraciones.    

Juan barruntó una nueva presencia del Espíritu en la tierra, vio una salida a la profunda crisis religiosa que vivía su pueblo, miró los cielos cerrados y descubrió que se abría paso una esperanza: ¡Jesús! No estamos tan lejos de aquella misma situación. En la Navidad acogemos el don del Espíritu, escuchamos su música callada, nos dejamos empapar y empujar por Él. Si nos quedamos a vivir con Jesús, Él nos propone nuevos caminos para bien de la humanidad.

Ven Espíritu Santo. Bautízanos en Jesús. ¡Ven!

Jesús, el rostro humano de Dios, se pone a la fila de los pecadores; se abaja, se hace a nuestra medida, se vuelve hermano. El bautismo de Jesús es una epifanía de la encarnación. ¡Qué grande es su humildad y dulzura! Nunca se cansa de humillarse por nosotros (Santa Teresa). Con un corazón contemplativo leemos, asombrados, esta historia de amor.

Gracias, Señor, Jesús.    

Donde está el Espíritu brota una fiesta de gozo y de gratitud, es posible la comunicación amorosa de Dios con nosotros. Jesús, lleno del Espíritu, ya puede ir por los caminos cuidando la vida, curando con la paz las heridas, haciendo que la vida sea más humana. Con las sombras que llevamos dentro, el Espíritu fabrica hogueras de luz. Con las esclavitudes que nos atan, pinta la libertad de cantar y caminar. En nuestros caminos retorcidos, endurecidos, pone la bondad y la ternura.

Ven Espíritu de Dios sobre nosotros. Nos abrimos a la acción de tu amor.

El Espíritu no se hace esperar. Cuando lo llamamos nos regala palabras sorprendentes, las mismas que oyó Jesús. Así, con el amor fuerte de Dios, se sacian nuestras necesidades más profundas. Nuestra tristeza sólo se cura con su infinito amor. ¡Amados, bendecidos en Jesús, llamados a vivir y comunicar el proyecto del Padre como una oferta de bondad para la humanidad! Cuando lleguéis aquí (a descubrir este amor tan fuerte de Dios) os ruego que os detengáis un poco (Santa Teresa). El bautismo en Cristo sublima la dignidad humana hasta límites sin límite.

Tomamos la vida agradecidamente. Toda ella es gracia tuya. Gracias.

Escucha este Evangelio con textos de los Místicos y una canción en la App Evangelio orado.

CANTO. BRASAS, Ruah. CD: Nuestro lugar, nº 11.

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