Domingo tercero de Pascua. Lectura orante del Evangelio: Lucas 24,35-48

 

“Después de su resurrección, donde llegaban los discípulos había una gran alegría” (Papa Francisco, Exhortación Gaudete et exsultate).    

Contaban los discípulos cómo reconocieron a Jesús al partir el pan.

Jesús nos sale al encuentro, como a los discípulos, para que lo reconozcamos. Comparte con nosotros su pan, nos ayuda con palabras, nos amina con sus gestos. En nuestra interioridad, como espacio para la mirada contemplativa, lo miramos resucitado. Somos sus discípulos y él es nuestro Señor. Jesús ha cambiado nuestro camino hacia la muerte por un camino esperanzado, de vida hacia la vida. Ahora podemos contar a otros, en Iglesia, la alegría que inunda nuestro corazón. La resurrección de Jesús, una experiencia única, es el último capítulo de una historia de amor inaudita. Conversar de todas estas cosas con María y con José nos mantiene lúcidos, nos libera, nos alegra. Gracias, Señor, Jesús. Tu presencia es una fuente de alegría.  

Mientras hablaban, se presentó Jesús en medio de sus discípulos y les dijo: ‘Paz a vosotros’.

Cuando dos o más estamos reunidos para recordar y celebrar que Jesús está vivo, se renueva la resurrección. Jesús se hace presente, en medio, como un don, como una fuente de paz. Lo primero que restaura es la paz, rota por los miedos y las dudas. Con su paz nos ayuda a desbloquear las puertas cerradas y a superar la conciencia aislada. El encuentro con Jesús vivo es la alegría de la comunidad, reunida con María. Jesús, da la paz a los pueblos en guerra.     

¿Por qué os alarmáis? ¿Por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona.

Es tanta la alegría que no terminamos de creer. Desde la desconfianza en las grandezas de Dios, con miedo a la santidad, parece que tenemos temor a la alegría que brota del encuentro con Jesús. Miramos a Jesús, en su entrega, para descubrir el corazón palpitante del Evangelio, para aventurar la vida en la vivencia de las bienaventuranzas. Jesús, tu vida está llena de vida para nosotros.   

Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras.

Jesús nos ayuda a entenderle y a entendernos a nosotros de otra manera. Cuando él está, todo es nuevo. Nos abre la mente, no solo para admirarle sino para creer en él. En la Escritura nos encontramos con él; su palabra nos cura la tristeza del alma; su presencia nos cambia los fracasos en triunfos; con él a nuestro lado vencemos los miedos a la muerte. En tus palabras entendemos, Señor, el amor que nos tienes.   

Vosotros sois testigos de esto.

Jesús sabe que somos frágiles, pero confía en nosotros. Nos hace la propuesta de pasar por este mundo a ritmo de evangelio. Nos recuerda que somos portadores de un tesoro que nos hace grandes y que puede hacer más buenos y felices a quienes lo reciban. Nos envía a los caminos para vivir la apasionante aventura de comunicar la hermosura y la alegría del Evangelio y de buscar a los perdidos en esas inmensas multitudes sedientas de Cristo (Papa Francisco). Gracias, Jesús por confiar en nosotros, por hacernos testigos.

¡FELIZ PASCUA DE RESURRECCIÓN! Desde el CIPE – abril 2021

DOC. PDF. Domingo tercero de Pascua. Lucas 24,35-48

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