Domingo décimo séptimo del tiempo ordinario

Jesús no nos pide lo que no tenemos, sino que nos hace ver que, si cada uno ofrece lo poco que tiene, puede realizarse siempre de nuevo el milagro (Benedicto XVI).

Mirar a la gente sin prisa, con calma; mostrar cercanía a las personas; escuchar, abrazar, bendecir. Como hacía Jesús. No ver lo que queremos, sino lo que está delante de nosotros. Ver hambre en los hambrientos, sed de justicia en los maltratados, alegría en los que juegan, cansancio en los que buscan y no encuentran. La mirada limpia es una escuela de humanidad, una excelente manera de comenzar la oración.

Limpia nuestros ojos, Señor. Enséñanos a mirar como tú miras.

Los ojos para mirar a Dios se limpian cuando miramos de forma comprometida a los necesitados. Dios nos mira con amor cuando estamos cerca de los pobres; la atención a los vulnerables compra los ojos de Dios. ¿Cómo afrontar el hambre de pan y de sentido en el mundo? ¿Con qué compraremos panes para que coman? Hay millones de seres humanos que están aguardando una respuesta. No hay ninguna prisa por llegar a ningún sitio, si no llegamos juntos.

No queremos pasar de prisa ante tu pregunta, Jesús. Nos quedamos con ella en los adentros, preparando respuestas creativas.

Jesús nos muestra un camino diferente para afrontar el problema del hambre. No es cuestión de dinero, sino de entrega. No hay oración sin entrega de la vida. No hay humanidad nueva si no compartimos. Un muchacho da un paso; tiene el Espíritu de Jesús. Comprar mucho no es el camino. Compartir lo poquito es el comienzo de la novedad; Jesús hará lo demás. Oración y compromiso van de la mano. El que está cerca de Dios, lo da todo. El amor es la clave para vencer el escepticismo del ¿qué es esto para tantos? El amor se entrega.

Jesús, aquí está nuestra vida, aquí está lo poquito que tenemos y somos. Lo ponemos en tu mano y en la mano de los pobres. 

Ahora, la mirada orante se centra en Jesús, nuestras manos se abren a él para recibir su amor; su amor despierta el nuestro. Jesús comparte su vida con nosotros. Es el pan de vida entregado en abundancia para saciar nuestra hambre. Todo el que viene a Jesús es alimentado, encuentra respuesta a sus necesidades más profundas.

Gracias, Jesús. Tú, que eres tan amigo de dar, enséñanos a recibir de ti. Regálanos la alegría de lo inesperado.

¡Jesús! ¡Siempre Jesús! El que tanto anhelaba nuestro corazón. Es el Señor de nuestras vidas que libera. El sentido pleno de la vida. El amigo verdadero. El camino, la verdad y la vida.

Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí (Santa Teresa). Te seguimos, Jesús. Confiamos en ti.  

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