Lunes, 1 de julio
“Se le acercó un escriba y le dijo: Maestro, te seguiré adonde vayas” (Mt 8,19).
Jesús no nos promete ninguna seguridad. Él asumió su vida terrenal en la pobreza y el desprendimiento, sin un lugar donde reclinar la cabeza y orientando todo hacia el Reino de Dios. Jesús no engaña. Quien quiera seguirlo tendrá que aprender a entregar la vida y a caminar sin casa ni techo fijo.
Señor Jesús, tú nos llamas a seguirte como discípulos, y nos deseas radical y totalmente tuyos. Juntos andemos, Señor. Por donde tú vayas, iré yo.
Martes, 2 de julio
“¡Señor, sálvanos, que nos hundimos!” (Mt 8,25).
Aunque aparezca muy oscuro el horizonte de la humanidad, la Iglesia celebra el triunfo de la alegría pascual. Si un viento contrario obstaculiza el camino de los pueblos, si se hace borrascoso el mar de la historia, ¡que nadie ceda al desaliento y a la desconfianza! Cristo ha resucitado. Vete ante el Santísimo Sacramento, ora y adora. Exponle tus oscuridades y fracasos.
Tú eres, Jesús, el pan de la salvación. Tú eres, Jesús, el pan de los pobres. Tú eres, Jesús, el alimento de todos los peregrinos.
Miércoles, 3 de julio
SANTO TOMÁS, apóstol
“Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto» (Jn 20,28).
Para Dios ninguna situación es irrevocable. Si extrema fue la incredulidad de Tomás, mucho más lo es su respuesta creyente. Ante Jesús, que se pone en medio y acerca las señales del amor, da tú también un paso creyente y dile: «Señor mío y Dios mío».
Estoy seguro/a: nada podrá separarme de tu amor. Que calle mi corazón y en ti descanse. Que hoy solo escuche tu voz y te goce en el silencio.
Jueves, 4 de julio
“¡Ánimo, hijo!, tus pecados están perdonados” (Mt 9,2)
Jesús siempre está a favor de la vida; cuando la encuentra encorvada, la levanta; cuando la encuentra pisoteada, la dignifica; cuando la encuentra muerta, la resucita. El encuentro con Jesús nos da vida en abundancia. El encuentro con Jesús nos invita a transmitir vida a los que nos rodean.
Me perdonas para que pueda perdonar. Me animas para que pueda animar. Me amas para que pueda amar.
Viernes, 5 de julio
“¿Cómo es que vuestro maestro come con publicanos y pecadores?… «No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos. Andad, aprended lo que significa “Misericordia quiero y no sacrificio”: que no he venido a llamar a justos sino a pecadores»” (Mt 9,11-13).
Es extraño que Jesús se acerque y se haga amigo de los pecadores. Extrañó entonces y extraña ahora. Jesús mira y se acerca a quien más lo necesita, desea regalarles la sanación. Todos necesitamos aprender su lenguaje de misericordia. Contempla a tu comunidad cristiana. Descubre en ella una comensalidad abierta, una casa de comunión para todos los excluidos.
Enséñame a ver en el otro su fragilidad, no para criticarla, sino para ofrecerle la mía y, juntos, buscarte, Señor.
Sábado, 6 de julio
“El vino nuevo se echa en odres nuevos” (Mt 9,17)
¿Cómo es la humanidad nueva que quiere hacer brotar el Espíritu? ¿Cómo son la mujer y el hombre nuevos que el Espíritu está empeñado en recrear? Atrévete a soñar un mundo nuevo a tu alrededor. Empieza con la ayuda del Espíritu. Nunca cambian tanto las cosas como cuando cambia uno mismo.
Tú, Señor, siempre eres nuevo. Haz que mi vida también sea nueva.