Lunes, 16 de agosto
«Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo– y luego vente conmigo» (Mt 19,22)
Jesús te invita a ir con él, para remar mar adentro en busca de aguas más profundas. Te llama a ir más allá de lo que puedas hacer de bueno; te ofrece su presencia de amigo. La observancia de leyes no te da la madurez, te la da el encuentro con Jesús y con los demás. En la intimidad puedes conectar con lo que Jesús vive y con su modo de vivir las cosas.
La tienda de Jesús está llena de hermanos. Descubre las huellas de Dios en ellos.
Martes, 17 de agosto
“Os aseguro que difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos” (Mt 19,23).
Dios no entra en un corazón que no le abre la puerta. Dios no entra en un corazón que está lleno de otras riquezas. Se queda fuera, esperando. Haz la experiencia de buscar a Dios sin nada, en silencio, en soledad. Déjale abierta la puerta de tu corazón.
Te hago sitio, mi Dios. Me asombra tu amor. Tú eres mi riqueza. Mi soledad, contigo, ya es sonora.
Miércoles, 18 de agosto
«El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña… Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: «Id también vosotros a mi viña, y os pagaré lo debido» (Mt 20,1.3).
Dios es bueno con todos, lo merezcan o no. Su bondad misteriosa desborda a todos nuestros cálculos. Ante este Dios, lo único que cabe es el gozo agradecido y la confianza absoluta en su bondad. El estar en la viña de Dios es la mejor paga. Acoge en tu corazón la invitación que te hace Jesús.
Deseo estar en tu viña, Señor. Quiero trabajar por Ti, desgastarme por Ti, poner todo lo que soy a tu servicio. Ilumíname para saber cómo y dónde servirte. ¡Gracias por contar conmigo!
Jueves, 19 de agosto
“El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran:… todo está a punto. Venid a la boda”(Mt 22,1-4).
El banquete de bodas es signo de la comunión gozosa de Dios con la humanidad. Pero ¿quién acogerá esta invitación de Jesús en un mundo acostumbrado a la ausencia de Dios? La mayor parte de los invitados rechaza la invitación, prefiere vivir al margen de Dios.
Conviérteme en pregonero de tu fiesta, Dios mío, donde hay flores y danzas, pan para todos.
Viernes, 20 de agosto
«Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?» Él le dijo: «»Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser»» (Mt 22, 36-37).
Jesús supera el estrecho horizonte de los planteamientos fariseos contestando con su único mandamiento, origen de los otros: el amor a Dios y a los prójimos.
Dios lleva a todos los seres humanos en su corazón. No se puede amar solo a Dios, sin amar a los hermanos.
Cuando voy a tu encuentro, Señor, Tú me señalas a los demás. Cuando miro a los pequeños, ellos me señalan tu corazón.
Sábado, 21 de agosto
“Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar maestro, porque uno solo es vuestro maestro, y todos vosotros sois hermanos” (Mt 23,8).
Jesús insiste en la igualdad de todos los discípulos. Ninguno es más que nadie. Ninguno es menos que nadie. Los dones de cada uno no son para marcar diferencias, sino para embellecer la vida de la comunidad. Trata de vivir el día de hoy sin compararte ni medirte con nadie.
Abre tu mano izquierda para acoger los dones de los que viven cerca de ti. Abre tu mano derecha y reparte lo que Dios te ha dado.
Gracias, Señor, por el regalo de la Iglesia. Gracias, por su belleza y ternura. Gracias por ese espacio en el que todos somos hermanos.