QUINTA SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO

Lunes, 5 de febrero.

“En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se curaban” (Mc 6, 53 56).  

El encuentro de Jesús con los enfermos refleja el estilo de actuar de un Dios acogedor y sanador, que se interesa por los más débiles. Muchos marginados encuentran la vida en el proyecto que propone Jesús. Ponemos ante Jesús nuestras debilidades. Pensamos en los niños, en los jóvenes

Señor, si tú quieres hacer de mi barro un vaso para que puedan beber de él los hermanos y hermanas, ¡bendito seas!

Martes, 6 de febrero

«¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?». Él les contestó: … Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres… Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición” (Mc 7, 1-13)

¡Qué lejos están a veces las palabras, del corazón! Convendría callar, mientras nos nace una palabra nueva. Para que haya fuentes en el desierto tiene que haber pozos escondidos en la montaña. A Dios le agrada nuestra verdad aunque sea pobre. ¿Cuándo aprenderemos a ser misioneros de la alegría?

A los que estén duros y resecos, les daré tu ternura. A los que hayan perdido la alegría de vivir, les ofreceré tu música, Señor.

Miércoles, 7 de febrero

 “Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro” (Marcos 7, 14-23).

Nada externo nos puede separar del amor de Dios. Del corazón habitado por Jesús sale todo lo bueno. El Dios que nos ama, nos invita a amar. El amor es la raíz de nuestras obras. El amor concreto es la herramienta clave para entrar en contacto con la cultura inédita que se elabora en la nueva ciudad. 

Tu Amor, Dios mío, habita mi corazón. Tu Amor, Dios mío, me hace hermano, hermana. Tu Amor, Dios mío, me lleva a cuidar todo lo creado.

Jueves, 8 de febrero

 “Una mujer… le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: «Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Pero ella replicó: «Señor, pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños». Él le contestó: «Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija» (Mc 7, 24-30).

La fe porfiada de una mujer pagana impulsa a Jesús a derramar su ternura sobre los pequeños, los que sufren, los que están en las orillas de la vida. Con el empuje de esta mujer emprendemos la aventura de mirar al mundo desde la compasión y no desde el dominio.

Acudo a ti, mi Señor. Te pido que cures mis heridas para que yo pueda curar a otros con tu gracia. Cura, Señor, a las personas que sufren en silencio y han perdido la esperanza.

Viernes, 9 de febrero

 “Le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar… Le dijo: «Effetá» (esto es, «ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente… Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos». (Mc 7, 31-37).

Jesús recorre los caminos anunciando el Reino de Dios. Lucha contra el mal y el sufrimiento humano, se compadece de todos los que están aquejados de dolencias, enfermedades, limitaciones. Nada humano le es ajeno.

Que tu Palabra”Effetá”, despierte en mí la alabanza y me ponga en camino hacia el Reino.

Sábado, 10 de febrero

« ¿Cuántos panes tenéis?». Mandó que la gente se sentara en el suelo y tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente” (Mc 8, 1-10)

Jesús se conmueve al ver a la gente, que se ha echado al camino y va detrás de él, necesitada de pan, verdad, cariño y dignidad. Sus palabras llenas de vida, de ternura, de consuelo han despertado su entusiasmo.

Me acerco a ti, Jesús, y tú me invitas a acercarme a los que tienen hambre. Llevo casi nada en las manos, pero tú me dices que les entregue mi corazón. Porque entonces, tú harás el milagro y el hambre quedará saciada.

Escucha este Evangelio acompañado de una canción y palabra de los Místicos, descargando la Aplicación: Evangelio orado

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