Lunes, 16 de diciembre
“Jesús llegó al templo y, mientras enseñaba, se le acercaron los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo para preguntarle: «¿Con qué autoridad haces esto? ¿Quién te ha dado semejante autoridad?» (Mt 21, 23-27).
La Presencia de Dios en tu vida fortalece tu caminar. Ha sido Él quien ha sacado fortaleza de tus cobardías, ha sido Él quien ha puesto en tu corazón una fuente de alegría. Camina en el amor, porque el alma que anda en amor ni cansa ni se cansa.
“Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas” (Salmo24).
Martes, 17 de diciembre
“Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo” (Mt 1,1-17).
Por medio de José, esposo de María, Jesús entra en la historia del pueblo de Israel como descendiente de David y de Abraham. Se inscribe en esa simbólica y medida genealogía en la que encontramos cuatro mujeres extranjeras en situaciones particulares. A través de ellas ha llegado hasta nosotros el Salvador.
“Oh Sabiduría, que brotaste de los labios del Altísimo, abarcando del uno al otro confín, y ordenándolo todo con firmeza y suavidad; ¡ven y muéstranos el camino de la salvación!”.
Miércoles, 18 de diciembre
«José, hijo de David, no temas acoger a María, tu mujer, porque la criatura que hay en ella viene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de los pecados» (Mt 1, 18-24).
Con suma delicadeza, José, acoge el modo misterio de como Dios hace las cosas. José no entiende, no sabe, pero siempre está en camino de obediencia, en fe confiada, a la espera de la Palabra en la noche. José acogió a María sin poner condiciones previas. En José triunfó el amor sobre la ley.
“Oh, bienaventurado José, muéstrate padre también a nosotros y guíanos en el camino de la vida. Concédenos gracia, misericordia y valentía, y defiéndenos de todo mal. Amén” (Papa Francisco, Patris corde).
Jueves, 19 de diciembre
“Al cumplirse los días de su servicio en el templo, volvió a casa. Días después concibió Isabel, su mujer, y estuvo sin salir de casa cinco meses, diciendo: «Esto es lo que ha hecho por mí el Señor, cuando se ha fijado en mi para quitar mi oprobio ante la gente»” (Lc 1, 24-25).
Los planes de Dios son verdaderos y se cumplen. Juan Bautista es el fruto de la oración de dos ancianos que esperaron hasta el final en el Dios que es fiel a sus promesas de salvación.
Señor, me abro confiado a tu gracia, siempre me sorprendes y desbordas.
Viernes, 20 de diciembre
«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer será llamado Hijo de Dios. También tu pariente Isabel ha concebido en hijo en su vejez, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, “porque para Dios nada hay imposible”» (Lc 1, 26-38).
Tres palabras señalan el contenido profundo de lo que Dios hace en María. “¡Alégrate!” La alegría de Dios toca lo más íntimo de su ser. “¡Llena eres de gracia!” El nombre nuevo que refleja plenitud de amor. “¡El Señor está contigo!” Dios se pone al lado de María. Dios, al amar, se compromete. El Dios que elige, también ayuda; no llama a nadie para el fracaso.
Gracias, María. Contigo decimos a Dios: ¡Hágase en mí!, ¡Aquí está mi vida!
Sábado, 21 de diciembre
“María se levantó y puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel… Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre!” (Lc 1, 39-45).
Del encuentro de dos mujeres contemplativas brota la bendición y la alabanza, frutos del Espíritu Santo que las habita. Dios no defrauda. Por más oscuro que aparezca el horizonte, hay un alba que despunta. Es Navidad. Gracias, María, por enseñarnos a creer en Jesús.
Dios te salve, María, llena eres de gracia; el Señor es contigo. Bendita Tú eres entre todas las mujeres, y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús. Amén.