Lectura orante del Evangelio: Lucas 9,28-36
Pon los ojos sólo en Jesús, porque en él te lo tengo todo dicho y revelado, y hallarás en él aún más de lo que pides y deseas (San Juan de la Cruz, 2S 22,5).
Tomó Jesús a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto del monte para orar.
Detalle de amor de Jesús a sus discípulos: acompaña a los escandalizados por la cruz a una experiencia luminosa en el monte, a un encuentro de oración. Saca a los discípulos para que entren en una historia de luz y amor. Jesús, el amigo verdadero, nos saca de situaciones sin salida y nos lleva a lo alto de la montaña, al mar adentro, al desierto, a la otra orilla… La oración ha sido siempre para Jesús la gran estrategia para encontrarse con el amor y proyecto del Abbá. Con la luz de la oración ha discernido su vida, abriéndose camino en medio de las dificultades. En la oración ha encontrado fortaleza para la misión. ¿Y nosotros?
Llévanos, Jesús, contigo. Dinos quién eres y quiénes somos.
Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió y sus vestidos brillaban de resplandor.
La oración de Jesús es una alegría, un milagro de luz, un diálogo de amor, una experiencia de comunión. En Jesús se hace visible el corazón del Padre, su energía de vida, su perdón más allá de los límites, su amor loco por nosotros. Ahí nos quiere meter Jesús: en su misterio de Hijo que ora al Padre. ¿Estaremos dormidos ante tanta luz, sordos para tales llamadas?
Envíanos tu Espíritu, para que nos ayude y enseñe.
Dos hombres conversaban con él… hablaban de su éxodo.
Jesús habla con Moisés y Elías. Los dos saben lo que es orar. Han subido al monte buscando el rostro de Dios. Han hablado con Dios como con un amigo. Para Jesús son una presencia alentadora. Hablan del éxodo de Jesús, de su camino de entrega en la cruz por amor. Orar es mucho más que decir palabras bonitas, es vida, es obediencia al proyecto del Padre, es amor entregado.
Somos más amigos de contentos que de cruz.
Dijo Pedro a Jesús: Maestro, ¡qué bueno es que estemos aquí!
A veces en la oración percibimos algo del misterio de Jesús. Se está bien a su lado. Nos gusta la luz. Quisiéramos atrapar esos momentos, instalar las tiendas, quedarnos. Todo está bien, pero no podemos olvidar lo más importante: bajar con Jesús, camino hacia la cruz para dar vida.
¿Qué podemos hacer por ti, Señor Jesús, que tanto haces por nosotros?
Y una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el Elegido, escuchadlo».
El Padre nos lo dice con claridad: Jesús es todo para nosotros. Una palabra habló el Padre, que fue su Hijo, y esta habla siempre en eterno silencio, y en silencio ha de ser oída del alma (Juan de la Cruz).
Jesús, queremos pasar la vida escuchándote, para aprenderlo todo de ti.
Ellos guardaron silencio.
Bajan del monte a la llanura en silencio, con palabras que les han tocado el corazón. Llevan una luz que se asoma en un compromiso hacia todos los desfigurados. Se ponen en camino para entregar la vida por amor, como Jesús.
Oye, Jesús, nuestro callado amor, el que se prueba en las obras.
Feliz domingo – CIPE, marzo 2025