LECTIO DIVINA: LUCAS 4,1-13

Invocación al Espíritu

Espíritu Santo, guíame, llévame.  

Motivación. Para disponer el corazón.

Cuaresma: Tiempo fuerte para que el corazón descubra la lucha espiritual y sobre todo experimente la victoria sobre el mal. Si no hay lucha es que ya hemos aceptado la derrota. Adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea (Sal 143,1).

Tiempo fuerte de escucha de la Palabra. La escucha del Maestro interior pasa por la práctica de la lectio divina, de la meditación orante de la Palabra de Dios (Carlo María Martini). Tiempo fuerte de conversión y de vuelta a lo esencial. No esperes a convertirte (Papa Francisco). Que la vida de Jesús esté impresa en ti.

A la espera de la Palabra. Con la lámpara encendida.

En este primer domingo de cuaresma nos acompaña el evangelio de Lucas. Él es el evangelista del Espíritu Santo, que caracteriza la personalidad de Jesús y la nuestra. La tentación y la lucha contra lo que hace daño al hombre son los temas centrales del texto. Lucas presenta a sus comunidades a Jesús bajando de la experiencia contemplativa del bautismo a la arena de la vida. Es una gozada mirar la claridad, coherencia y transparencia de Jesús, que no se esconde ni tiene miedo al mal. En la experiencia de Jesús se recoge la historia del pueblo de Israel (tentaciones del desierto) y la nuestra. Se reproduce la triple tentación que vivió el pueblo en la travesía del desierto (Dt 8,3-4: hambre y rebelión; 6,13: idolatría, yendo tras los otros dioses, aparentemente más ventajosos; 6,16: señales de Masá, cuando dudaron de mí, aunque habían visto mis obras.

Proclamación de la Palabra: Lucas 4,1-13

EN aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto, mientras era tentado por el diablo.
En todos aquellos días estuvo sin comer y, al final, sintió hambre. Entonces el diablo le dijo:
    «Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan».
Jesús le contestó:
    «Está escrito: “No solo de pan vive el hombre”».
Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos de! mundo y le dijo:
    «Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo».
Respondiendo Jesús, le dijo:
    «Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”».
Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo:
    «Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te cuiden”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece contra ninguna piedra”».
Respondiendo Jesús, le dijo:
    «Está escrito: “No tentarás al Señor, tu Dios”».
Acabada toda tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

1. Fecundidad de la Palabra

Jesús lleno de Espíritu Santo volvió del Jordán, y el Espíritu lo fue llevando durante cuarenta días por el desierto. El relato es un modelo de formación personal y comunitaria, bautismal. Comienza con una introducción, breve pero fundamental. Presenta la acción del Espíritu, del que está lleno Jesús y que lo va llevando; el escenario (el desierto); el tiempo (símbolo de los cuarenta días). Después del bautismo (experiencia del amor), el desierto es espacio y tiempo de preparación, de madurez, para la misión. Moisés, Elías, Juan Bautista, Jesús, el pueblo… pasaron por el desierto. El desierto, desnudez total ante el misterio de Dios, es indispensable en el itinerario del discípulo: La llevaré al desierto y le hablaré al corazón (Os 2,16). En el desierto se teje la vida interior donde todo se llena de espesor evangélico. Con el Espíritu nombramos la crisis, la noche, y la afrontamos con valentía (buscando mis amores iré…). El desierto es descenso humilde a la verdad, lugar privilegiado para el encuentro con Dios, discernimiento para ver si lo amamos con todo el corazón. Jesús es nuestro desierto, en él superamos la prueba, con él entramos en la experiencia del amor. La oración nos lleva al desierto, a la verdad de nosotros mismos. No es un psicofármaco.  

Mientras era tentado por el diablo. El tema central del texto es la tentación. El tentador pone a prueba, prueba la fidelidad, invita a dejar el desierto y a ser lo que no se es. Muestra que Jesús sintió la experiencia de la tentación a lo largo de su vida, compartiendo con esto nuestra condición humana. El diablo se opone al plan (amor) de Dios, no le gustan nuestras crisis, porque ahí está la verdad. Con tal de no afrontar el problema nos llenamos de cualquier cosa y esta es la victoria del tentador. El diablo pretende que desconfiemos de Dios y pongamos nuestra seguridad en dioses más rentables. Aleja de lo esencial. Quiere que escapemos de la confrontación, de la realidad, de la verdad. Jesús es el nuevo Israel en el desierto, no renuncia a su ser profundo de hijo amado del Padre. En el crisol de la prueba destaca el tesoro de su fidelidad y valentía. Tarea del discípulo será la de detectar y plantar cara a las tentaciones (mentiras, egocentrismo, falta de adhesión cordial a la comunidad). Jesús venció las tentaciones y con él llegó el Reino. Este relato pide mirar el misterio de la Cruz, donde está la victoria definitiva sobre el mal. De la sencillez y simplicidad con la que sabes nombrar tu crisis y tu problema se ve cuánto Espíritu tienes dentro.

«Si eres Hijo de Dios, di a esta piedra que se convierta en pan». Jesús le contestó: Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre». Más allá de una competición para ver quién domina el conocimiento de la Escritura, está en juego la verdad frente a la mentira, la coherencia y la caridad frente a la oscuridad, el amor apasionado al hombre frente a la ruina. Si eres Hijo de Dios… (bautismo) es la frase amenazadora del adversario que quiere convencer de las contradicciones de Dios. La tentación entra así en los hondos terrenos de la experiencia de Dios. Cuando escasea lo básico, el pan y lo que simboliza, se palpan los límites y quedamos a merced de promesas fáciles. El enemigo quiere que brote la murmuración (cf Ex 16) y la desconfianza. Jesús confía en el Padre incondicionalmente. No usa la filiación divina para negar la finitud humana, no juega con Dios. Jesús, con una triple, firme y amorosa declaración de fidelidad al Padre nos enseña a sofocar la fuerza del pecado y nos pone delante la primacía del Evangelio, nos devuelve la mirada creyente.

«Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me ha sido dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo». Respondiendo Jesús, le dijo: Está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto». Segunda tentación: reconocer como dios al enemigo del hombre, con sus abusos, mentiras e injusticias. La idolatría es una tentación constante a lo hambre de gozar. Sólo Dios es digno de adoración; se vence al adversario adorando, sirviendo. El Espíritu, en vez de dominar, lo que propone es servir los demás. La fraternidad doblega todo intento de señorío sobre los demás. 

«Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo…, porque está escrito: Ha dado órdenes a sus ángeles acerca de ti, para que te cuiden». Jesús, le dijo: «Está escrito: «No tentarás al Señor, tu Dios». Espectáculo milagrero frente a la confianza radical en el Padre, necesidad de tener bajo control a Dios. Pedir a Dios la prueba de que nos ama. Jesús no será un mesías triunfalista, que antepone todo para su vanagloria. La adoración es la puerta de entrada a una relación profunda de comunión con Dios. Jesús utiliza la escritura para defenderse. Igual tenemos que hacer nosotros.

Acabada toda tentación, el demonio se marchó hasta otra ocasión. El diablo se marchó. Las tentaciones del enemigo han rebotado en él como en una roca indestructible. La victoria final sobre el mal se dará en la Cruz, ahí se vencen todos los engaños y ahí encontramos el tono de alegría para ser, juntos, evangelio celebrado. Ahora nos toca caminar de inicio en inicio, a través de muchos comienzos (San Gregorio de Nisa), cada vez más enamorados de Jesús. Caminar juntos, no pelear aisladamente; la mutua pertenencia (Iglesia) nos da la vida. 

2.- Respuesta a la Palabra. Meditación

¿Qué disposición tengo de hacer un camino espiritual al inicio de la Cuaresma?
¿Cuáles son las seducciones en las que sé que puedo ser vulnerable? ¿Cómo rezo, para qué rezo?

3.- Orar la Palabra

Date cuenta de cómo vives estas tres realidades: tus tentaciones, tu fe y tu amor a Dios.  Contempla a Jesús sintiéndose hijo amado del Padre. 

4.- Contar al mundo la nueva manera de vivir. Testigos.

Movidos por el Espíritu practicamos el examen de conciencia diario para convertirnos al Señor. Unir el hoy con el amén del servicio. 

Pedro Tomás Navajas, ocd

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