Lectura orante del Evangelio: Juan 2,13-22
¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?
Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.
La mayor de las fiestas judías se celebraba los días 14 y 15 del mes de nisán (marzo-abril). En esos días la ciudad está a rebosar de peregrinos. Se celebran las experiencias religiosas esenciales de la vida de Israel, de su liberación; el pueblo era libre y era de Dios. A esta ciudad sube Jesús de incógnito. Entra en la explanada del tempo y lo que ve no le gusta nada. Más que hacer fiesta, les va a amargar la fiesta.
Espíritu Santo, limpia nuestra morada.
«Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre».
Jesús se encuentra en el atrio de los gentiles con un mercado, un comercio de animales y monedas, y esto es un sacrilegio para él. Jesús, ante lo que ve, no habla, actúa y las acciones descritas se suceden vertiginosamente. Jesús le da al templo un nuevo nombre, casa de mi Padre, donde tiene su morada.
Espíritu Santo, mira el vacío del hombre si Tú le faltas por dentro;
«El celo de tu casa me devora».
El celo de tu casa me lleva a la muerte, es una frase que está tomada del salmo 69,10. Es la oración de un inocente perseguido. Jesús muere porque se ha comprometido con el Padre. Todo lo que hace testimonia al Padre.
Ven Espíritu Santo, padre amoroso del pobre.
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron: «¿Qué signos nos muestras para obrar así?».
Los judíos le piden que explique su reacción con otros argumentos. Exigen a Jesús que les dé un signo, una prueba milagrosa que garantice la fe. Jesús dará más pruebas, pero unos se afirmarán en la incredulidad, otros creerán.
Espíritu Santo, salva al que busca salvarse y danos tu gozo eterno.
Jesús contestó: «Destruid este templo, y en tres días lo levantaré».
Jesús expresa la verdad más profunda del templo y de los sacrificios ligándola a sí mismo. Jesús presenta su gran signo: su muerte violenta y su resurrección. El camino de Jesús es la muerte, pero la última palabra será la que pronuncie el Padre levantando, resucitando, a Jesús.
Entra hasta el fondo del alma, divina luz y enriquécenos.
Pero él hablaba del templo de su cuerpo.
En el cuerpo de Cristo resucitado se visibiliza la presencia de Dios. En él, en su nombre, se realiza la verdadera adoración. El templo vivo es Cristo mismo. Jesús tiene poder para crear, presenta una nueva forma de adorar.
Espíritu Santo, riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo
Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y creyeron a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Los discípulos acompañan a Jesús. Pero no basta esto para entenderle. Es necesaria la luz de la resurrección para comprender su misterio. Pasos: hacer memoria del camino, comprender, creer, ser sus testigos.
Espíritu Santo, fuente del mayor consuelo.
Feliz Domingo – CIPE – noviembre 2025