Lectura orante del Evangelio: Lucas 4,21-30
¡Silencio! Decir lo que haya que decir y luego callarse. Porque la verdad es mansa, la verdad es silenciosa, la verdad no es ruidosa (Papa Francisco).
Todos se admiraban de las palabras de gracia que salían de su boca. Y decían: ¿No es éste el hijo de José?
Orar es estar con Jesús. Y a Jesús lo vemos ungido por la fuerza del Espíritu, como presencia visible el amor del Padre. Salen de su boca palabras de gracia; desecha la venganza de Dios hacia los paganos y se atreve a anunciar la vida nueva para todos los pueblos. Se presenta como profeta que libera y perdona, con fuego dentro, con pasión de amor. En él se cumplen las promesas de salvación. Ofrece una alternativa fascinante, una nueva narración de ternura a la humanidad. Orar es aceptar esta nueva forma de amar de Jesús.
Ven Espíritu sobre nosotros. Renueva nuestra condición profética, recibida al ser bautizados en Jesús.
Y Jesús les dijo: ‘Sin duda, me recitaréis aquel refrán: Médico, cúrate a ti mismo; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm’.
Orar es caminar con Jesús. Y a Jesús lo vemos como profeta comprometido que trae una nueva noticia para todos, como presencia que se entrega por amor al Padre. Viene a los suyos con el desafío de la paz; ha puesto en ellos su pensamiento, pero sorprendentemente los suyos se ausentan de él, no quieren gozar de su presencia; le cierran las puertas con hostilidad, lo rechazan, no aceptan esa forma suya, tan peculiar, de amar. Jesús, lleno de la fuerza del Espíritu, no se echa para atrás, no esconde la palabra, afronta con libertad la hostilidad del mal. Orar es creer en el amor de Jesús, disfrutar de su fortaleza y libertad, acallar los ruidos del miedo que apoca la profecía.
Lo nuestro es acoger tu amor, Jesús, responder a tu amor con el nuestro.
Al oír esto, todos se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo… con intención de despeñarlo.
Orar es atreverse a vivir como Jesús con la ayuda del Espíritu aun en medio de la prueba. No es fácil esto. Parece tan débil una forma de vivir así en medio del fragor de la violencia, de la envidia, de la injusticia, de la prepotencia de quienes no quieren que el mundo se ponga del revés, al estilo del canto del Magníficat; parece tan débil eso de amar por encima de todo… que solo es posible en el Espíritu de Jesús. Orar es optar por vivir la bella propuesta de Jesús, dejar que él despierte nuestras energías para emplearlas en la llegada de su Reino.
Sí, Jesús, juntos andemos.
Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.
Orar es seguir a Jesús que va delante. Y a Jesús lo vemos abriendo caminos de libertad. Por más reseco que lo deje todo el viento del mal, ni su fuente se seca, ni su bondad se oscurece. Lo suyo no es una huida cobarde; va hacia adelante, en silencio, buscando a aquellos que quieren vivir amando. Jesús no sabe vivir más que amando; a pesar del rechazo sigue amando. Porque el Padre es así. Orar es alegrarnos de conocer a Jesús y de ir por la vida amando como él.
Gracias, Jesús, por contar con nosotros e invitarnos a tu fascinante aventura.
JUNTOS ANDEMOS EN AVENTURA SINODAL – CIPE – febrero 2022