Domingo séptimo del Tiempo Ordinario

Adonde no hay amor, pon amor y sacarás amos (San Juan de la Cruz).  

Cuatro fogonazos que son el corazón del evangelio, el rasgo específico de los discípulos. Los enemigos, los que odian, los que maldicen, los que calumnian están ahí. ¿Qué hacer? Amar, hacer el bien, bendecir, orar, porque somos amor. Estas son las respuestas creativas que el Espíritu de Jesús suscita en nosotros. Así quiere salvar a la humanidad en nosotros. Y sólo es posible realizar esto teniendo una relación viva con Jesús, saboreando la amistad con el Espíritu de amor. Necesitamos un corazón nuevo, necesitamos el don de la alegría del Padre para correr por el camino de estos mandatos.¡Qué bien lo reflejan la Virgen María y san José! ¡Cómo nos atraen a vivirlo!

Jesús, tuya es la fuerza para que amemos, hagamos el bien, bendigamos, oremos. Bendito y alabado seas.  

Bofetada, manto, préstamo: tres ejemplos, junto a mil ejemplos más de la vida de cada día, donde es posible hacer presente el amor ilimitado de Jesús. ¿Es esto cobardía? No, es la experiencia de Jesús que sufre en nosotros todo esto para salvar al mundo. Jesús, despojado de todo, vive en nosotros. Él sufre la bofetada en la otra mejilla, se queda sin la túnica, lo entrega todo, más de lo que le roban. Hay comportamientos que matan la credibilidad del Evangelio.

Jesús, gracias porque tu Reino está formado de personas alentadas por el Espíritu, amadas por el Padre.  

¡Qué maravilla! Dios no reacciona según le tratan, es bueno y gratuito con todos. Sólo sabe amar. No se deja condicionar por la maldad. Vuestros pensamientos no son mis pensamientos, y mis caminos no son vuestros caminos (Isaías 55,8). Jesús da toda la importancia a la compasión de Dios. Él sólo puede amar y tener misericordia. La novedad del evangelio es que este Padre nos permite amar como dice Jesús. Nos toca asumir lo que somos por gracia: hijos del Misericordioso, llamados a vivir, en él y con él, una compasión universal. El amor a los enemigos testimonia la presencia de Dios en nosotros, porque para nosotros es imposible. Lo nuevo que Jesús quiere construir nace de la nueva experiencia de Dios como Padre lleno de ternura que acoge a todos. La raíz de la nueva moral está en imitar la misericordia de Dios.

Somos pobres, Jesús. Si quieres que tengamos algo nos lo tienes que regalar. Gracias por todo, Señor.

Esto que Jesús vivió con radicalidad, ahora lo vive en nosotros. Somos llevados a las fuentes de la gratuidad para beber el agua de la salvación con gozo. ¿Cómo entender esta gratuidad desbordante? Puestos ante la Palabra, que vence la nada y crea el ser, como niños, lo esperamos todo de Jesús. De él recibimos el alimento que nos da vida.

A ti la gloria por los siglos de los siglos.  

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