Lectura orante del Evangelio: Lucas 17,11-19
“No dejes de dar gracias a Dios, por todo lo que vives, por todo lo que recibes cada día” (Papa Francisco).
‘Jesús, maestro, ten compasión de nosotros’.
El evangelio de hoy es un encuentro de oración. Todo parte de una necesidad reconocida. Unos leprosos piden compasión a Jesús, que va de camino a Jerusalén, La enfermedad les ha hecho mirarse a sí mismos y tomar conciencia de su desprecio. .Jesús, compasión y ternura, se salta las normas y deja que se acerquen a él. Se produce el encuentro. Ahora acercamos esta súplica a nuestra vida y entramos en esta historia de salvación. ¿Tenemos viva en nosotros la conciencia de esta compasión de Dios hacia nosotros? Presentamos a Jesús, vivo, nuestras heridas para que las toque y nos cure. Jesús, ten compasión de nosotros.
Al verlos, Jesús les dijo: ‘Id a presentaros a los sacerdotes’. Mientras iban de camino, quedaron limpios.
Jesús los ve y les habla, no se lava las manos. Los leprosos obedecen a Jesús, se echan al camino, se quedan solos con su palabra en el corazón. Mientras van de camino se produce la curación por la fuerza curativa de la palabra de Jesús. Quedan limpios, vuelven a la vida gracias a Jesús. La fe y la alegría se despiertan en ellos. ¿Olvidarán quién los ha curado? Este pasaje del Evangelio nos enseña a vivir con la palabra de Jesús dentro de nosotros. La palabra de Jesús nos limpia. ¡Qué alegría! Tu palabra, Jesús, sana nuestros pecados. Gracias.
Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.
Uno de los leprosos, un extranjero, tiene la valentía de ir más allá. Lo más grande ha sido el encuentro con Jesús. Ha comprendido el amor compasivo de Jesús. Ya no tiene que ir a ningún sitio. Solo quiere volver a Jesús, alabarle, darle gracias, amarle con todo el corazón, ponerse al servicio del Reino. Su gratitud es la más hermosa expresión de fe. Este leproso nos invita a acercarnos a Jesús, el Señor de nuestra vida, el que nos ama hasta el extremo y nos sana. Esta es la hora para alabarle y bendecirle con inmenso gozo. No perdamos esta oportunidad. Virgen María, ayúdanos a volver a Jesús.
‘¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?’
Los otros nueve no han convertido el don en camino de seguimiento de Jesús. No han apreciado la novedad y felicidad que trae Jesús. ¡Cuántas gracias recibidas en nuestra vida se han quedado sin agradecer! Con la presencia de la Virgen María agradecemos las gracias recibidas y las ponemos al servicio de los demás: “Proclama mi alma la grandeza del Señor.
‘Levántate, vete: tu fe te ha salvado’.
Al samaritano le ha salvado la fe. El encuentro con Jesús le ha llenado de alegría. Ahora puede comenzar una nueva vida, mirarlo todo con los ojos de Jesús, ser su testigo. Siente que Jesús está con él. Sabe que Jesús es su fuente, su fuego, su amigo, su todo. Y nosotros, ¿tendremos el coraje de vivir como él? Creemos en ti, Jesús. Tu fe nos libera, nos hace compasivos. Gracias, Señor.
¡Feliz Domingo! Desde el CIPE – octubre 2022
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