Lunes, 7 de febrero.
“En los pueblos, ciudades o aldeas donde llegaba colocaban a los enfermos en la plaza y le rogaban que les dejase tocar al menos la orla de su manto; y los que lo tocaban se curaban” (Mc 6, 53 56).
Por donde pasa Jesús se le echan encima las gentes doloridas, enfermas, marginadas. En su interior anida la esperanza de que Jesús les mire y les haga caso. El encuentro de Jesús con los enfermos refleja el estilo de actuar de un Dios acogedor y sanador, que se interesa por los más débiles.
Señor, aquí me tienes. Haz de mí un instrumento de tu paz. Haz de mí un canal de tu ternura.
Martes, 8 de febrero
«¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores y comen el pan con manos impuras?». Él les contestó: … Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres… Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición” (Mc 7, 1-13)
¡Qué lejos están a veces las palabras, del corazón! Para que haya fuentes en el desierto tiene que haber pozos escondidos en la montaña. A Dios le agrada nuestra verdad aunque sea pobre. ¿Cuándo aprenderemos a ser misioneros de la alegría?
Señor, ayúdanos a descubrir que tu gracia nos riega a todos, que el bien que uno hace beneficia a todos, que juntos podemos convertir el desierto en vergel.
Miércoles, 9 de febrero
“Lo que sale de dentro del hombre, eso sí hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro” (Marcos 7, 14-23).
Nada externo nos puede separar del amor de Dios. Del corazón habitado por Jesús sale todo lo bueno. Dios nos ama y nos invita a amar. El amor es la raíz de nuestras obras. El amor concreto es la mejor y mayor energía que tenemos para cuidad la vida, para tejer la fraternidad, para construir la nueva humanidad.
Tu Amor, Dios mío, habita mi corazón. Tu Amor, Dios mío, me hace hermano, hermana. Tu Amor, Dios mío, me lleva a cuidar todo lo creado.
Jueves, 10 de febrero
“Una mujer… le rogaba que echase el demonio de su hija. Él le dijo: «Deja que se sacien primero los hijos. No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos». Pero ella replicó: «Señor, pero también los perros, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños». Él le contestó: «Anda, vete, que por eso que has dicho, el demonio ha salido de tu hija» (Mc 7, 24-30).
Una madre, afligida y necesitada, con una hija enferma sale a buscar a Jesús. Se echa a sus pies y pide persistentemente la curación de su hija. La fe porfiada de esta mujer pagana impulsa a Jesús a derramar su ternura sobre los pequeños, los que sufren, los que están en las orillas de la vida.
Señor cura mis heridas para que yo pueda curar a otros con tu gracia. Cura, Señor, a las personas que sufren en silencio y han perdido la esperanza.
Viernes, 11 de febrero
“Le presentaron un sordo, que, además, apenas podía hablar… Le dijo: «Effetá» (esto es, «ábrete»). Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba correctamente… Y en el colmo del asombro decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos». (Mc 7, 31-37).
Jesús se compadece de todos los que están aquejados de dolencias, enfermedades, limitaciones. Nada humano le es ajeno. Jesús rompe la sordera, abre los oídos para que la persona pueda escuchar la vida, la dignidad de hijo de Dios, el cariño del Padre, que nos hace hermanos.
”Effetá” me dices, ÁBRETE. Porque conoces todas mis prisiones, porque sabes que mi corazón está cerrado, porque ves mis manos también cerradas.
Sábado, 12 de febrero
«¿Cuántos panes tenéis?». Mandó que la gente se sentara en el suelo y tomando los siete panes, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a sus discípulos para que los sirvieran. Ellos los sirvieron a la gente” (Mc 8, 1-10).
Jesús se conmueve al ver a la gente que se ha echado al camino y va detrás de él. Después de tanto caminar necesitan pan, verdad, cariño, dignidad. A muchas personas que tenían la esperanza por los suelos les han entrado ganas de vivir y de seguir a ese hombre que tiene un lenguaje nuevo.
Jesús, nosotros somos tu Evangelio, el único Evangelio que la gente puede leer, si nuestras vidas son obras y palabras eficaces.