¡Domingo sin ocaso! Tu día, Señor resucitado.
Victoria sobre todo pecado y toda muerte,
cielos nuevos, nueva tierra, comunión.
«Este es el día en que actuó el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo» (Sal 118, 24).
Nuestro tiempo finito, abierto a ti, Cristo,
la humanidad, engalanada como novia,
la creación, vestida de fiesta para siempre.
La historia limitada, entrando en mar abierto.
Amén, amén: todas tus promesas se han cumplido.
Estamos con todos los pueblos de la tierra,
entrelazados en tu gozo para siempre.
Los que fueron pequeños son primeros,
sentados a tu diestra, Padre bueno.
De tu bienaventuranza sin final todos gozamos.
Cristo, María, santas y santos del camino,
todos, radiantes con una luz inmarcesible,
todos, viviendo la vida verdadera,
gozando de la gloria sin límites del Padre.
Y el Espíritu, de fiesta.
Los tiempos perdidos ya se han recuperado.
Las heridas, la sed, han dado con las fuentes de tu vida.
Padre, tu proyecto aparece en toda su belleza.
Todo lo humano a vida eterna sabe,
tu amor, Trinidad santa, ha hecho de las suyas.
De pie decimos todos: ¡Aleluya!
Verte a ti, Dios, cara a cara, ¡qué alegría!
Testigos del amor que ama sin fronteras.
Viviendo el ahora sin prisas ni inquietudes.
Dios, todo de todos.
Te miramos a ti, Señora de la vida.
Los lutos se han borrado de tu cara,
la gracia te mana de la fuente.
Vestida de hermosura, ¡qué belleza!,
nos dices que miremos al Amado
Estamos contigo para siempre, Señor.
La esperanza nos ha guiado hasta tu encuentro.
Ahora ya solo el amor es nuestro ejercicio.
Gloria a ti, Padre, Hijo y Espíritu de amor.
¡Domingo sin ocaso!
Pedro Tomás Navajas, ocd.