Ana de Jesús Lobera (Beata)

Nacida como Ana de Lobera Torres en Medina del Campo (Valladolid) el 25 de noviembre de 1545, desde muy jovencita manifestó sus inquietudes espirituales y su deseo de ser religiosa. Pero se encontró la oposición de sus abuelas, con las que había vivido desde que quedara huérfana de padre y madre, a los 9 años. Pero tanta era la determinación de la pequeña Ana que un diciembre, en la fiesta de la primera Misa de un sacerdote de la familia, se presentó vestida de penitente.

En Plasencia entró en contacto con el director del colegio de los jesuitas, que comenzó a acompañarla espiritualmente y quien tiempo después conocería en Toledo la obra reformada de santa Teresa de Jesús, que por aquel entonces llevaba a cabo su quinta fundación en la ciudad castellana. Esta orden respondía a las aspiraciones de Ana, que rechazaba la vida relajada y poco ascética que se vivía por aquel entonces en los conventos femeninos.

Seis años después de la muerte de santa Teresa fue, junto a la carmelita María de San José, firme opositora a la instancia de algunas carmelitas de modificar las constituciones teresianas. Este combate les valió a ambas su encarcelamiento en el carmelo de Madrid, durante el cual sufrieron además la dolorosa prohibición de comulgar. Ana y Teresa lograron frenar, no obstante, la intención de las carmelitas elevando el caso al Papa.

Desde Madrid, Ana viajó a Francia, donde fundó y fue la priora del carmelo de París. Y de allí dio el salto a Bruselas, donde fundó otro convento. En esta ciudad falleció el 4 de marzo de 1621 después de siete años de terrible enfermedad, que la dejó paralítica y con fuertes dolores. Cuentan que, aún sin enterrar, realizó su primer milagro: la curación de una monja tullida que volvió a caminar tras besar el cadáver de Ana de Jesús.

Fuente: fe y Vida

Misa de acción de gracias FAMILIA DEL CARMELO. 30 septiembre 2024

  • Emoción de estar aquí. Celebramos UNO.

Queridos hermanos y hermanas de la gran familia del Carmelo. Seguimos emocionados por todo lo vivido estos días con el Papa y ahora por esta eucaristía íntima y familiar de acción de gracias con la nueva Beata Ana de Jesús. Puedo decir que toda la Orden tiene el corazón aquí en Bruselas estos días. El corazón se hace UNO en la Eucaristía, acogiendo a cada hermano y hermana en este momento. Un recuerdo especial para nuestros hermanos y hermanas del Líbano, de Tierra Santa, de Ucrania, de Burkina Faso, y de aquellos países donde nuestra presencia y libertad está amenazada. Desde aquí nuestro ánimo, nuestra comunión y abrazo fraterno.

  • Herencia recibida (símbolo del arado)

Aquí en Bruselas, Bélgica, Flandes, recogemos la semilla de Ana de Jesús, de Ana de San Bartolomé, fieles hijas de Teresa y Juan de la Cruz; recordamos la figura decisiva de Juan Soreth, de Jerónimo Gracián, de Tomás de Jesús. Y de tantos y tantas, anónimos y eficaces constructores de esta gran historia del Carmelo en los Países Bajos y en el mundo. Los archivos y los libros no cuentan lo mejor de la historia que algún día conoceremos de verdad y sin velos. El Carmelo es la aventura de un amor callado que se siembra y se pierde en la entrega.

Me gusta mucho el símbolo elegido en esta celebración, este arado delante del altar, un símbolo de la herencia recibida. El arado que remueve, desconcierta y trastoca la tierra para hacerla permeable y receptiva a la semilla. Recuerda a Eliseo que de inmediato, sin demora, dejó el arado y corrió para alcanzar a Elías (1 Re 19-20); y la palabra de Jesús que nos recuerda que “El que pone la mano en el arado y luego mira atrás no es apto para el reino de Dios” (Lucas 9,62). Hoy, con Ana de Jesús, la tierra del Carmelo quiere dejarse labrar, como ella se dejó sembrar por Teresa de Jesús y Juan de la Cruz. Pedimos a Ana de Jesús que remueva y prepare nuestra tierra y nos haga dóciles para seguir escribiendo en el Carmelo una historia viva de santos, de sabios y místicos.

  • El Ciervo Vulnerado (CB 13). No primero heroísmo sino pasión de Jesús. En el Cántico: el ciervo vulnerado. Ana ofrece su corazón pero Jesús se ha dado entero a ella.

Ella nos enseña el protagonismo de Jesús, no en primer lugar el heroísmo y la gracia de una mujer intrépida, valiente, insobornable, decidida, apasionada, amiga… sino, sobre todo, la historia de un amor recibido y sin huida posible. Dios ha llevado a Ana de Jesús, diría Juan de la Cruz, “más adentro al seno de su amor divino” (CB prólogo, 3). Celebramos, por tanto, la locura de Jesús que sigue hoy más enamorado que nunca y que le dijo a Ana que no solo unas gotas de su sangre, sino que toda su sangre y todo su corazón daba a sus hijas e hijos.

  • Desnudos-descalzos

Ana de Jesús se identificaba con Job, el sufriente creyente que no se rinde, que en este texto del capítulo 1º acepta resignado las adversidades, pero dos capítulos más adelante dirá, como Jeremías: “Maldito el día en que nací”. Ahora es el momento de la aceptación, del despojo y la desnudez:  “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a él. El Señor me lo dio, el Señor me lo quitó; bendito sea el nombre del Señor”. Las palabras de Job ilustran el camino vivido por Ana de Jesús. Bendecir a Dios en la adversidad y en la prosperidad. Desnudos nacimos y desnudos volveremos a Él. Desasidos, desarmados, descalzos. Ana de Jesús fue desarmada en tantos momentos y terminó sus días despojada y rendida, crucificada con Jesús, también físicamente.

  • Sondéame-Mírame

El salmo 16 que hemos recitado, es muy teresiano y expresa la súplica y el deseo de caminar en verdad y no engañarse: “Sondea mi corazón en la noche, pruébame al fuego, inclina el oído con misericordia. Sálvame.” El magisterio de Ana de Jesús, sin exhibicionismos, nos educa y enseña la senda del Carmelo. Nos invita a ser fieles, como ella, que tanto luchó por cuidar la herencia teresiana, y a dejarnos discernir.

  • Hazme pequeño para nacer

“El más pequeño entre vosotros es el más importante” (Lc 9,48): El evangelio de Lucas, evangelista del Magnificat, recuerda la grandeza de los pequeños, que cambian el mundo y la historia. El tesoro del Carmelo está en la entrega gratuita y sin recompensa. Por nada. El más pequeño es el más grande. En la humildad se abre camino lo imposible de Dios para nuestra tierra. Nos preparamos en el Carmelo para este milagro de vida nueva en lo pequeño de nuestras comunidades y personas. No necesitamos ser más en número, ni más fuertes, ni más poderosos, necesitamos ser más pequeños y con más confianza. La fe atrevida y perseverante de Ana de Jesús.

  • Vida y personalidad

No hace falta repetir o señalar más aún su biografía tan rica, desde el año de su nacimiento, en 1545 (Medina del Campo) hasta su muerte, en 1621 aquí en Bruselas. Su vida discurrió en 75 años de existencia intrépida, indoblegable y valiente. Peregrina. Fundadora. Publicadora de las obras de la Santa Madre Teresa. Maestra. Defensora del carisma tal como ella lo ha heredado y como ella lo ha asumido. Todos estos días hemos oído muchas cosas sobre Ana de Jesús, algunas más elogiosas, otras poniendo acento en sus límites y en su carácter indomable e insujetable. Algunos apenas citan la ‘carta terrible’ que le escribe la Santa el mismo año de su muerte, 1582, con motivo de la fundación de Granada. La beatificación de Ana de Jesús no esconde sus límites y su humanidad, su carácter y su proceso personal. Su itinerario: España. Francia, Países Bajos y la expansión de su semilla a todo el mundo. Mujer de relaciones intensas, amiga fiel. La gran amiga de Juan de la Cruz, a ella le dedicó el Cántico Espiritual, con palabras de mucho elogio. Tenía un gran sentido de familia con los frailes de la Orden, hijos de una misma madre. Ana fue feliz en medio de tantos sufrimientos físicos y morales. Se desvivió y entregó hasta el último suspiro con el cuerpo tan maltrecho.

  • Familia Teresiana y comunión

El Carmelo es como una parábola, un eco de lo que en el mundo sucede, y, por tanto, del anhelo de Dios en la entraña del mundo. El desafío de una comunión en la diversidad. Ayer escuchamos en la Beatificación esta cita de Fratelli tutti: “«La vida es el arte del encuentro, aunque haya tanto desencuentro por la vida» (FT 215). Ana de Jesús nos enseña «la buena batalla del encuentro» (FT 217)”. Me permito compartiros el anhelo que llevo en el corazón: Que la beata Ana sea un antes y un después en la comunión entre nosotros. Una llamada a todo el Carmelo de Teresa de Jesús. El Carmelo, desde el origen, ha estado amenazado de división y fractura, de juicio y separación. El mejor Carmelo es comunión y diversidad. Complementariedad creativa. Recicla las contradicciones y crea fraternidad y diálogo en el silencio del encuentro con Dios —que asume al otro sin hacer bandos y partidos— sin querer domesticarlo. Ana de Jesús, rebelde, intrépida y decidida, es una llamada al Carmelo que soñó Teresa. Ella misma hizo su proceso de crecimiento, de muerte y nacimiento, de ruptura y curación. En el corazón del místico, del Santo, se da una reconciliación que —respetando los contrarios y las diferencias, sin uniformidad— genera familia y da a luz autenticidad y camino de esperanza. En Ana de Jesús vislumbro un Carmelo despierto y vivo, enamorado de Jesús, atento al corazón del mundo, unido, con los pies en la tierra y una fe y confianza audaz que explora lo imposible con humildad.

Dos perlas para terminar. El comentario de Ana a Juana Calancha, que tenía fama de muy santa, con milagros y revelaciones, acaecido en Beas y recogido por el P. Gracián: “hermana, aquí no hemos menester sus arrobamientos, sino que friegue bien los platos” (Jerónimo Gracián, Peregrinación de Anastasio, diálogo 13, pp. 191-192 – BMC, Tomo III Obras Completas, 1933). Que la beata Ana de Jesús nos haga místicos expertos en amor a Dios pleno de humanidad y de cuidado de unos por otros.

Renovamos hoy para todos nosotros el sueño de Teresita del 10 de mayo de 1896, en que Ana de Jesús la conforta en medio de la noche y la crisis, la acaricia y la anima. Que Ana de Jesús sea para nosotros la confirmación y el estímulo para seguir siendo tales, como soñaba Teresa de Jesús. No otra cosa queremos, que ser santos y dar la vida por la Iglesia y por el mundo.

Fr. Miguel Márquez Calle ocd, Bruselas

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