De rodillas te he encontrado
de madrugada, invocando
vete tú a saber qué nombre
del Misterio en quien permaneces.
De rodillas
y con la cabeza inclinada,
esperando, sin respuesta,
que alguna voz te hable
y te desvele el por qué
de tantos sufrimientos,
de tantas gratuidades,
y de los enigmas
de todo aquello que no comprendes.
Pero a ti, perseverante y fiel,
parece no importarte el vacío
de este silencio, porque
te sabes receptáculo
de un amor que
te alimenta.
De rodillas
rendida a los inefables
de la vida.
Rendición que no es derrota
sino acogida y adoración
callada, que te retornan
con una paz y confianza
infinitas.
Mar Galceran