Todos confinados, pero más desiguales. No. El confinamiento no es igual para todos y el Covid-19 sabe también sabe de clases y fronteras.
Colas de la vergüenza. No para ir a comprar, porque hay a quienes no les queda nada para ir a comprar. Colas de la vergüenza a las puertas de un comedor social, de una oficina de Cáritas, de un albergue o de un centro de servicios sociales.
Vergüenza que desenmascara a una sociedad que especula, extorsiona, discrimina y vulnera los derechos de los más débiles y vulnerables. Vergüenza para los que, por primera vez, se han visto obligados a pedir ayuda para sobrevivir.
Todos confinados pero desiguales. Miles de personas no tienen conexión a internet, ni watsapp, ni tablet, ni Netflix, ni sofá, ni ventanas, ni agua, ni luz, ni comida en la nevera ….. Humanidades violentadas, invisibilizadas, ignoradas, maltratadas.
Y a pesar de todo …. Tu luz se hace camino en sus corazones sufrientes. De ellos, y no de otros, brotan clamores de esperanza que nos traspasan. En ellos se concentran gestos de solidaridad que nos perforan nuestra conciencia. Manos amigas que comparten piso o habitación sin pedir nada a cambio.
Miradas cómplices que se ofrecen para salir a buscar ayudas de vida, para compañeras enfermas o incapacitadas. Almas heridas capaces de conmoverse, a pesar de todo, por el dolor ajeno y dispuestas a ser consuelo para los que están igual o peor. Lecciones de humanidad en tiempos de pandemia. ¿Aprenderemos? ¿Vislumbraremos tu Presencia en su vivir?
¡Dichosos los que nada tienen, de ellos es el Reino de los Cielos!. Que así sea.
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