A los amigos y amigas de ORAR.
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Revista Orar 295 – Editorial Monte Carmelo
CRISTO HA RESUCITADO ¡ALELUYA!
RESUCITEMOS CON ÉL. ¡ALELUYA!
Este el saludo gozoso que nos damos unos a otros en este tiempo de Pascua y que hacemos extensible al mundo entero. En medio de la pandemia, nuestra alegría glorifica al Señor, que destruye la muerte y restaura la vida. Las puertas del reino se nos abren y una efusión de gozo pascual nos recorre por dentro. Cristo sigue vivo, ofreciéndose para nosotros, intercediendo por nosotros, convocándonos a la vida y a renovar todas las cosas. Él está en los que sufren y en los que alientan, en los que mueren y en los que sufren la perdida de los que aman, en los que lloran y en los que consuelan en el Espíritu.
Llevamos una larga temporada abrumados con datos, cifras, conjeturas, síntomas sobre el coronavirus. Vivimos con la sensación de que no hay otra cosa fuera del virus; hasta tal punto se ha impuesto en nuestro pensamiento, en nuestros diálogos. Vemos difícil hablar de otra cosa o hablar del virus de otra manera distinta a como lo hacen los medios de comunicación.
En este número de la revista ORAR queremos aportar nuestro granito de arena para visibilizar la experiencia pascual. Sabemos, no hace falta más que abrir los ojos para verlo, que el Espíritu Santo ha hecho y está haciendo maravillas; de muchas familias ha hecho iglesias domésticas y de muchos corazones espacios de oración interior y de alabanza. Precisamente cuando las iglesias están cerradas en muchos lugares y el culto se ha reducido a catacumbas, brotan en esta primavera la oración hecha en espíritu y en verdad.
Con la ayuda de hermanos y hermanas -lo que aquí aparece es apenas una gota de agua en medio del océano- queremos contagiaros la certeza de la presencia del Señor en esta hora de confinamiento. Él llama a nuestra puerta, como un mendigo; quiere entrar para estar siempre con nosotros y regalarnos su paz y su alegría.
Nuestro punto de partida para vivir en medio del mundo y amarlo, como lo ama el Padre, es siempre Jesús de Nazaret. Él nos ayuda a comprender la situación actual y a encontrar pistas para caminar y compartir. Aunque estemos sin salir de casa, Jesús nos enseña a mirarnos en el libro de la vida y a convivir con las personas, compartiendo con ellas y aprendiendo cada día de los santos de la puerta de al lado.
Hay muchos testigos que, en estos días de pandemia, están bendiciendo a Dios en medio de la vida, con la oración de la vida, entregando vida a los demás al estilo de Jesús. Hay vidas que hablan por sí solas, sin palabras, sin ruido, solo con el callado amor; y las hay en cualquier lugar, escondidas, silenciosas, como esas diminutas flores que brotan en la hierba, muchas veces ocultas. ¿Cuál es su secreto? Dejarse guiar por ese manantial de VIDA que en todos brota, a veces con tanta fuerza que arrastra a la entrega incondicional.
¿Nos vamos a quedar con los brazos cruzados? Os invitamos a dejaros guiar por ese Espíritu de AMOR que nos habita e invita a reinventar la vida. Hay mil maneras de hacerlo, incluso desde la casa, en soledad, siempre desde un corazón que ora y ama. Hoy todos somos llamados a crecer en humanidad. Atrévete a descubrir lo que el Espíritu te pide aquí y ahora y que el miedo no te paralice.
Si al caminar por cañadas oscuras, hemos perdido el rastro de la alegría y la fe se ha empequeñecido, os recordamos que Jesús nunca nos abandona. Su gracia y verdad son más fuertes que nuestros desalientos. Su misterio de amor lo llevamos dentro y su alegría se abre camino en nuestras tristezas.
La crisis es una oportunidad para el encuentro. Si le damos a la Palabra de Jesús la ocasión de entrar en contacto con nuestros problemas, crisis, miedos y esperanzas, nada estará perdido. Cualquier situación es buena para que Jesús se acerque y trabaje con nuestras pobrezas.
El coronavirus, con los muertos y hospitalizados, con los parados y los empobrecidos es una oportunidad maravillosa para descubrirnos hermanos sin fronteras. Para olvidar esos pronombres tan queridos: yo, mí, me, conmigo… y empezar a conjugar en plural: nosotros, nuestro, pan nuestro… Esta es nuestra hora. No podemos perder la oportunidad de contribuir, de la manera en que podamos y queramos, a una nueva humanidad.
Con la Señora de la Alegría, con san José, con los niños y ancianos, que son como faros que iluminan nuestra noche, ¡feliz aventura, amigos y amigas de ORAR! Recibid todos, especialmente los más afectados por el coronavirus y los que estáis más de cerca cuidando, curando, acompañando, un abrazo entrañable, pascual.
Pedro Tomás Navajas, ocd.