SEGUIR A JESÚS HOY. UN DÍA DE RETIRO EN LA CUARESMA

Busca un lugar tranquilo, respira profundamente. Hazte consciente de la presencia de Dios que te habita, te rodea, te constituye. Siempre te acompaña.
Recorre con calma las situaciones, personas, vivencias, sentimientos de este momento. En este alto en el camino que haces en medio de la cuaresma, te sientes llamado(a) a buscar y seguir a Jesús,
Invoca al Espíritu divino, luz y guía de tu vida.

Ven, Espíritu Santo, enséñame a conocer y a amar a Jesús.
Señor Jesús, muéstrame tu camino de amor.
Padre, vuelve a decirme hoy tus palabras: “Escucha a mi Hijo, ama a mi Hijo, acoge en tu vida a mi Hijo”.

Recuerda: ¿No sabéis que sois templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros? Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él; porque el templo de Dios es santo: y ese templo sois vosotros. (1 Cor 3, 16-17).

María, peregrina de la fe, alienta mi camino de búsqueda y seguimiento de Jesús. Que haga hoy lo que El me diga.

Míralo (ten delante un icono de Jesús que te acompañe durante la jornada):

Con el proyecto del Padre llenándole el corazón, proyecto que el Espíritu recrea constantemente en su interior:

«El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres,
para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos, la vista.
Para dar libertad a los oprimidos;
para anunciar el año de gracia del Señor» (Lc 4,18-19).

Con palabras de liberación y de gracia (Is 61,1-2) ofrecidas a todos, preferentemente a los pobres y oprimidos.
Como Siervo de Yahvé (Is 42,1-7), ofreciendo a todos la salvación (Lc 4,14-21) con un estilo de vida humilde y entregado.  
En su condición de caminante, sin casa estable. “No tiene donde reclinar la cabeza” (Lc 9,57).
Proclama un Reino en el que caben todos, quiere anotar en el libro de la vida el nombre de todos los que quedan en la orilla y recoge en su odre las lágrimas de todos los que sufren (Sal 55,9).
Con una misión que quiere compartir con sus discípulos, a los que llama “para que estén con él, y para enviarlos a predicar” (Mc 3,13).
Orando en el monte, en medio de la soledad de la noche, para cultivar la intimidad con el Padre y recrear con El los pasos del amor (Lc 6,12-16).
Con un deseo grande de que todos seamos uno, como El y Padre son uno,  porque todos caben en su corazón abierto a la misericordia entrañable; derribando para ello los muros del odio que enfrenta a los pueblos, rompiendo las discriminaciones entre puros e impuros (Mc 2,13-14), acogiendo a las mujeres y colocándolas en primer plano (Mc 15,40-41).

Lee estos textos bíblicos: Mc 3, 13-19;  Lc 6, 12-16; Mt 10, 1-5a; Jn 1, 35-51.

  • Pregúntate con calma: ¿Por qué me quieres tanto, Jesús?
  • Haz memoria de tu bautismo, que te vincula a Jesús y te hace hijo/a de Dios.
  • Ora:

     Bautízame, Jesús,
     con el sol y la brisa
     de tu gracia cotidiana,
     discreta creación
     bajando por mi frente.
     Sumerge mi cuerpo
     en la bondad del pueblo
     que corre por el cauce
     de sus caminos hondos,
     abiertos con sus pies
     de trabajo y encuentro.
     Vísteme de blanco
     al emerger de las aguas,
     contenido el aliento,
     y acógeme en tu pecho
     con el abrazo comunitario
     de mil brazos abiertos.
     Disuelve un grano de sal
     en mi paladar,
     para que la vida nueva
     se conserve entera
     con los sabores fuertes
     del evangelio.
     Úngeme la frente
     con tu cruz de sufrimiento,
     y úngeme el pecho
     con el dolor del pueblo.
     Cargaré hasta el calvario
     la cruz de tu misterio.
     Que se alegre el cosmos
     en el sonido natural
     del metal y la madera,
y que canten las gargantas
     hoy, día primero
     de la nueva creación (B. González Buelta).

Escucha el canto: VENID CONMIGO (Mc 6,30-34) (Ain Karem, CD: Busca mi rostro, nº 14)

Escúchale (abre la Biblia y colócala delante de ti):
Como hace la multitud que se acerca para oírle y ser curados de sus enfermedades (Lc 4,14-15.37.40; 5,15).
Porque Jesús tiene ganas de comunicarse y busca oídos para poder decirse. Instruye a sus discípulos, comparte con ellos la vida de cada día, la oración, la misión, la comunión íntima que tiene con el Padre, la búsqueda constante de su Voluntad.
Él es la fuente de agua viva que le mana y le recorre por los adentros; derrama ternura, compasión, amor incondicional a los hombres y mujeres que van por la vida con el corazón encorvado, la esperanza paralizada, la creatividad dormida.
Porque tiene palabras de vida, dice y hace. Su manera de hablar es nueva. Da poder a sus discípulos para que vayan por las aldeas creando fraternidad, liberando del miedo, despertando esperanza, sanando heridas, repartiendo el don de la paz (Lc 9,1-6; Mt 10,1-42).
Aunque su lenguaje de cruz y entrega de la vida siga sonando duro, desconocido (Lc 9,31; Lc 9,51: “Jesús decidió irrevocablemente ponerse en camino hacia Jerusalén”).
Habla con la vida. Su proyecto de liberación lo lleva a cabo amando incondicionalmente.
Su proyecto de dignificar la vida de cada persona lo realiza bajándose del pedestal y colocándose en medio con la toalla del servicio ceñida a su cintura.
Su proyecto de nueva humanidad lo pone en marcha invitando a servir.
Ponte a los pies de Jesús y déjate que te llame.

Llámale tú también a él:
Cuando me llamas por mi nombre, ninguna otra criatura vuelve hacia ti su rostro
en todo el universo.
Cuando te llamo por tu nombre, no confundes mi acento con ninguna otra criatura
en todo el universo.

Lee: Lc 6,17-23; 10,38-42; Mt 10,5b-33. Déjate enseñar por Jesús.

Pregúntate: ¿Qué palabras de Jesús llevo grabadas en mi corazón? ¿Son palabras de vida, de alegría, de aliento, de esperanza, de compromiso?

ORA:

Tu Palabra es lámpara para mis pasos,
última estrella que jamás se apaga en mis noches.
Sólo Tú me conduces a vivirme, cada instante,
portador de una aurora que de ti se recibe…
Acepta, pues, la alabanza de mis labios
y llena de tus melodías los entresijos de mi ser.
En medio de las desconfianzas
y temores que nos envuelven,
sólo el vivir a tu escucha
me restituye la paz del corazón.
Tu Palabra resuena en mis adentros,
atrayéndome con lazos de irresistible sabiduría.
Quiero que mi vivir sea un árbol plantado
en la tierra de la contemplación de tus designios de amor.
Quiero que los frutos de mi peregrinar en este mundo
maduren en el sabor de tu enseñanza clara y permanente (A. López Baeza).

“Jesús es miel en la boca, melodía en el oído, júbilo en el corazón” (San Bernardo).
Él tiene deseos de permanecer en quien escucha sus palabras de vida.
Él es el amigo que da a conocer los secretos del Padre en la intimidad.
Él regala el Espíritu, que es el dulce huésped del alma.
Él quiere ser la vida de sus amigos, quiere vivir en cada uno de ellos. Quiere ser sus manos en sus manos, sus pies de mensajero de buenas nuevas en sus pies, su corazón traspasado por el amor en cada corazón.
Él desea comer el pan y beber el vino en la mesa de cada casa, de cada corazón.
Él se ofrece a ti, acógele (interioriza a Jesús dentro de ti, piénsalo, siéntelo, ámalo en lo más íntimo de ti): sus retos para configurar los criterios de juicio de todos los llamados:
Renuncia a tu interés personal y acepta con sinceridad la propia cruz donde se revela lo que es el amor (Lc 9,23).
Sitúate en la vida no con parámetros de ganancia, sino con gratuidad en el corazón (Lc 9, 24).
Anuncia con gozo el Evangelio, aun cuando lo vivas en situaciones de conflicto (Lc 9,26).
Ábrete siempre a la esperanza en la vitalidad del Reino (Lc 9,27).
Cultiva dentro de ti las actitudes del niño: el abandono en las manos del Padre, y el servicio desinteresado (Lc 9,46-48).
Sigue las huellas del que va delante caminando, con amor, a la entrega (Lc 9,51-56).
Elige un estilo de vida pobre, orienta tu libertad para el Reino y cultiva sentimientos de fraternidad universal; ábrete a nuevos rostros, y a nuevas culturas (Lc 9,58-62).

  • Pon en él tus ojos. Ámale y siéntete amado(a) por El.
  • Discierne tu vida a la luz de su presencia.
  • Acoge las pistas de luz que te brotan por dentro para realizar un proyecto que te ayude a volver a tu camino de cada día de otra manera.

Ora:

Cuando remamos a oscuras en medio de la noche,
y nuestras redes están vacías, tú estás presente,
aunque nuestros ojos no sepan reconocerte.
De madrugada, cuando la luz vence a las tinieblas,
en el primer día de la semana, tú estás en la orilla,
y tu palabra ilumina nuestras sombras.
Nos das a comer un pan y unos peces
que has preparado para nosotros,
y en esa comida compartida aprendemos
a entregar sin reservas
lo que gratuitamente hemos recibido de ti.
Tú reclamas de nosotros
la confesión de nuestro amor,
y nos envías después a sostener, a apoyar,
a defender la vida de nuestros hermanos.
No tenemos más que un poco de pan
y la pobreza de nuestro amor,
pero eso es lo que podemos ofrecerte,
y con eso estamos dispuestos a seguirte.
Señor, Tú lo sabes todo. ¡Tú sabes que te amo!
                                                        (Dolores Aleixandre)

Da gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo.

Escucha el canta: QUÉDATE, SEÑOR (Jésed. Ministerio de Música. CD: Quédate)

CIPE

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