Lectura orante del Evangelio: Mateo 21, 33-43
“Urge discernir y encontrar el pulso del Espíritu para impulsar junto a otros las dinámicas que puedan testimoniar y canalizar la vida nueva que el Señor quiere generar en este momento concreto de la historia” (Papa Francisco).
Había un propietario que plantó una viña.
Así comienza esta durísima, y triste, parábola que Jesús pronunció en el templo de Jerusalén y que nosotros, hoy, queremos orar. El propietario, el Padre, amó tanto al pueblo que le entregó todo lo que tenía, hasta su propio Hijo. Dio todos los pasos, no le quedó nada por hacer. Nunca se desentendió de su viña; aquel pueblo era su pueblo. Cantó un poema precioso de amor a su viña. Se hizo silencio y dejó libertad y responsabilidad. A su tiempo buscó, emocionado, frutos de justicia, de paz y de amor, pero no los encontró. Los que tanto amaba prescindieron de él, mataron a sus profetas, a su hijo también lo echaron fuera y lo mataron; en lugar de servir, se hicieron dueños, se olvidaron de la ternura y se echaron en manos del fundamentalismo. ¿Una decepción del proyecto? Lo que cuenta la parábola, ¿tiene algo que ver con nosotros? ¿Estamos produciendo los frutos que Dios espera: justicia para los excluidos, solidaridad con los inmigrantes, compasión hacia los que sufren, amor?
Perdónanos, Señor.
Cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?
¿Qué hará con quienes ya no quieren gustar de sus amores? ¿Qué hará con quienes lo rechazan? ¿Qué hará con quienes no aceptan su luz? No hará nada que no tenga que ver con el amor, porque el Padre, revelado por Jesús, es incomparablemente bueno; solo sabe amar, solo quiere dar la vida por todos. No se descorazona, ni toma venganza. Confía sin límites. Aunque merecemos el castigo, Jesús, el heredero, nos da la salvación. Y la humanidad, sorprendida, recoge el fruto de su sangre.
No respondemos a tu amor, pero tú, Jesús, nos esperas todavía.
La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Jesús es la piedra angular, llamada a la conversión, dador de esperanza. Pero los que desean construir con el espíritu del mundo desechan esta piedra. Para muchos, la fe en Jesús solo es un borroso recuerdo que no ocupa el corazón. Hasta presumen de haber hecho ausencia de su amor. ¿Escogeremos, hoy, a Jesús como piedra angular de nuestras vidas, como cimiento de una iglesia evangelizadora? ¿Entraremos, con él, en la viña del mundo para servir?
Nos acercamos a ti, Jesús. Te abrimos la puerta. Ocupa nuestro corazón.
Se os quitará a vosotros el Reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.
Dios sigue abriendo caminos de salvación, pero no bendice un cristianismo estéril. El Reino se les quita a los violentos y se da a los que ofrecen paz. Jesús da su Reino a los que buscan la verdad, pero se lo quita a los cristianos tibios. El futuro nos pedirá cuentas y los pobres también. Esta es la hora del Espíritu, que alienta a la Iglesia a ser evangélica, solidaria con quien padece la marginación, compasiva con quien se acerque a ella, servidora desde los dones del Espíritu, contemplativa para responder al amor del Padre con el amor callado vivo en el corazón.
Señor, ayúdanos a trabajar con gusto en tu viña, para que un día todos podamos disfrutar de sus frutos. Para alegría del Padre.